Llueve sobre París, y el conejo fluorescente en el edificio parpadea como si sospechara mis movimientos. Espero, como siempre lo he hecho. Los AKA revolotean a mí alrededor también esperando, aguardando su momento. Se producen los primeros estertores, el instante final antes de su llamado siempre es doloroso, contrae mis nervios, subleva la sangre que parece querer salir corriendo de este nauseabundo cuerpo. Y llega la hora, el primer AKA gira y se acomoda lentamente en algún lugar de mi maldito cráneo. Entonces, lo veo todo. Dos docenas apiladas en la cima de un rascacielos destrozado. Un montón de carne que aparentan tener una vida que ya no les pertenece. Es cuestión de minutos, por supuesto. La legión a mí alrededor se hace más grande y un atronador ruido metálico reverbera exigiendo una repuesta Nunca llegas a resistir lo suficiente, te rompes antes y es más fácil así. Ellos hacen el trabajo y puedes creer que todo es un sueño. Casi, un poco, pero los gritos llegan. S