Los pies descalzos de la mujer pisaban la arena en un débil andar, las cálidas aguas alcanzaban a tocar sus pequeños dedos. Una suave brisa se extendía por todo el litoral y unas nubes generosas abrían paso a un cielo estrellado y profundo. Pero para aquel ser, todo eso parecía no tener ninguna importancia. El caminar renqueante hacía suponer que le costaba coordinar sus movimientos. Una noche pasada de alcohol, quizás. No había problema, nada que no pudiera solucionar el buen dormir o en todo caso, alguna ayuda amiga en una playa atestada de veraneantes. Una pareja camina con las manos entrelazadas, entre besos y risas se arrojan al mar. Cuando salen, una figura los acompaña y una extraña sensación les invade. Sorprendidos, se dirigen a la tambaleante mujer con curiosidad. Parece herida y siempre hay que ayudar a los demás. Que pequeñas resultan las cosas junto a la inmensidad del mar. Esas olas, con su infinito ir y venir, espuma… vida y muerte. Con cada paso, los