Hace unos cientos de
años las personas, o por lo menos las más optimistas, pensaban que tendríamos todo resuelto en
estos tiempos. Creían que venceríamos al cáncer y a la hambruna, tal vez a la
muerte. Creían que habría personas en Marte, que conquistaríamos el espacio y
que tendríamos de todo.
En lugar de eso, hubo una tormenta solar y todas las luces de la Tierra se apagaron por un tiempo. Radiaciones electromagnéticas del sol bombardearon la tierra durante años. Los países comenzaron a derrumbarse como piezas de rompecabezas. Cosas horribles ocurrieron en la oscuridad. Mucha gente murió.
En el mundo que tenemos ahora ningún sol brilla tus mañanas. Solo existe el abismo negro del espacio que te mira ansioso día tras día. Los pocos que quedan se aferran a la esperanza de encontrar un lugar en el cual ver un cielo azul una vez más. Dos o tres personas mueren por semana, todos reclaman comida y no hay suficiente de nada.
No hay nadie a quien pedir ayuda. La comunicación por satélite se perdió el mismo día que salimos al cosmos en un intento desesperado por sobrevivir. Muchas naves como la nuestra salieron de la Tierra. No puedo afirmar con certeza si fuimos los únicos que lo logramos pero te diré que por lo que vimos, puedo estar casi seguro.
Aún recuerdo decirme a mí mismo que tampoco lo lograríamos. Vimos a tantos de los nuestros caer uno a uno. Todos presa de la radiación. Mirlos con las alas rotas. Una infinita caída en la oscuridad. Nadie jamás hubiera podido predecir tal destino. Cuerpos flotando por donde fuese que la nave avanzaba. Cuando ya no vimos más, supimos que lo habíamos logrado.
El tiempo se ha escapado. Las reservas de oxígeno se agotan, el agua y comida han sido consumidas en más de un 90%. Algunos han empezado a presentar cuadros de ansiedad severos, otros miedo, depresión, psicosis, muchos han decidido acabar ellos mismos con su sufrimiento. Nadie los juzga.
El mirlo se ha convertido en una maldita nave fantasma y hoy el destino es más cruel. Los niveles atmosféricos de estribor están caídos, en alguna parte del casco hay una fisura. Puede ser cualquier cosa, algún anillo de asteroides que no detectó la nave. No lo sé. Lo que sea que haya sucedido, ahora está desangrándonos.
Estamos a la deriva. El mirlo flota luchando por sobrevivir. Puedo escuchar al capitán gritar de repente. Una luz al final del camino. No es un vistazo imaginario. No es un susurro. Hay algo allá afuera. Estoy soñando. No importa. Seguiremos moviéndonos. Somos un mirlo cantando en el silencio de la noche.
En lugar de eso, hubo una tormenta solar y todas las luces de la Tierra se apagaron por un tiempo. Radiaciones electromagnéticas del sol bombardearon la tierra durante años. Los países comenzaron a derrumbarse como piezas de rompecabezas. Cosas horribles ocurrieron en la oscuridad. Mucha gente murió.
En el mundo que tenemos ahora ningún sol brilla tus mañanas. Solo existe el abismo negro del espacio que te mira ansioso día tras día. Los pocos que quedan se aferran a la esperanza de encontrar un lugar en el cual ver un cielo azul una vez más. Dos o tres personas mueren por semana, todos reclaman comida y no hay suficiente de nada.
No hay nadie a quien pedir ayuda. La comunicación por satélite se perdió el mismo día que salimos al cosmos en un intento desesperado por sobrevivir. Muchas naves como la nuestra salieron de la Tierra. No puedo afirmar con certeza si fuimos los únicos que lo logramos pero te diré que por lo que vimos, puedo estar casi seguro.
Aún recuerdo decirme a mí mismo que tampoco lo lograríamos. Vimos a tantos de los nuestros caer uno a uno. Todos presa de la radiación. Mirlos con las alas rotas. Una infinita caída en la oscuridad. Nadie jamás hubiera podido predecir tal destino. Cuerpos flotando por donde fuese que la nave avanzaba. Cuando ya no vimos más, supimos que lo habíamos logrado.
El tiempo se ha escapado. Las reservas de oxígeno se agotan, el agua y comida han sido consumidas en más de un 90%. Algunos han empezado a presentar cuadros de ansiedad severos, otros miedo, depresión, psicosis, muchos han decidido acabar ellos mismos con su sufrimiento. Nadie los juzga.
El mirlo se ha convertido en una maldita nave fantasma y hoy el destino es más cruel. Los niveles atmosféricos de estribor están caídos, en alguna parte del casco hay una fisura. Puede ser cualquier cosa, algún anillo de asteroides que no detectó la nave. No lo sé. Lo que sea que haya sucedido, ahora está desangrándonos.
Estamos a la deriva. El mirlo flota luchando por sobrevivir. Puedo escuchar al capitán gritar de repente. Una luz al final del camino. No es un vistazo imaginario. No es un susurro. Hay algo allá afuera. Estoy soñando. No importa. Seguiremos moviéndonos. Somos un mirlo cantando en el silencio de la noche.
Me ha encantado, simplemente me ha parecido un relato brillante y fantástico ; )
ResponderEliminarTe agradezco mucho el comentario. Me alegra que te gustara, Ramon.
ResponderEliminarUn saludo :)