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EL RESPLANDOR ROJO


Veo ciudades petrificadas, el aire huele a petróleo y azúcar. Incontables días caminando por estas tierras vacías y he perdido el horizonte. Persigo el resplandor rojo, pero las nubes como mar de sombras se encargan de cubrir cada ápice de luz. 

Los centenares de cráneos sonrientes adornan mi camino y en mi cabeza vuelven imágenes de una era pasada. La ciencia, la política, la religión, ahora tan solo palabras vacías sin lugar en este nuevo mundo. Recuerdos de una era que jamás volverá.

Europa y Rusia se han disuelto. América desapareció. La gente corría desesperada al subsuelo en búsqueda de esperanza, nadie sabe que fue de ellos. Los Noah purgaron la tierra de nuestra especie, quién sabe cuántos quedamos ahora, la tierra luce como un páramo yermo.

Hicimos contacto un 14 de junio a las 23:00. Bajaron de sus naves a mares y no fue nada como contaban aquellas películas de ciencia ficción, nada de negociaciones estúpidas ni científicos intérpretes tratando de descifrar su lengua. No hubo tiempo siquiera de coger el teléfono y decirle a ese ser querido que lo amabas.

Barrieron la tierra en cuestión de horas, tecnología que ninguna mente habría podido imaginar. Los cuerpos eran tomados, mutados, acondicionados y desprovistos de todo rasgo de humanidad, caminantes con ojos vacíos que se encargarían de traer la aniquilación.

Había veces en la que simplemente no podías escapar de ellos, como escapar de tu hermano, tu hijo, tu novia o tu esposa, simplemente se paraban frente a ti con esos ojos solitarios y te perdías en la oscuridad. Eras incapaz de regresar y te aferrabas a esa imagen de lo que alguna vez fue lo que más amabas.

Cuando encontraron nuestro pequeño grupo se nos presentaron como mujeres, todas desprovistas del inútil cabello, un ojo humano y un ojo mecánico, algunas sin un brazo, otras sin ambos. Harapos que cubrían el núcleo implantado en el estómago.

Todas y cada una con la mirada fija se sentaron a esperar. La más joven era mi hija, su rostro helado me lleno de emociones y por un momento soñé que nada de esto podía ser real. Que aún faltaban diez días para que cumpliera los dieciséis y aun no lograba dar con esa marca de perfume que tanto se había encargado de reclamar.

Vi a muchos ofrecerse y caminar a la oscuridad, cuando me di la vuelta ella solo alcanzó a extender el único brazo que tenía y sonrió. Vi mi reflejo en aquel ojo azul, el ojo que había sido humano parecía humedecerse pero no era real. Me jure a mí mismo que no era real

Sin mirar atrás logre huir con todas las fuerzas que tenía mientras gritaba y maldecía este cruel destino. Poco a poco fui perdiendo diente tras diente, el hambre y la enfermedad habitaba por donde fuera que iba.

He caminado por esta tierra muerta tratando de encontrar  a más como los míos sin éxito. La enfermedad se mueve, reclama a su huésped y tan solo avanzo hacia donde creo ver el horizonte.

La sangre discurre interminable por la nariz y boca, mis ojos se entrecierran y vislumbro como el cielo se abre para mostrarme como las llamas del sol poniente se extinguen en el ocaso. Me siento en la arena para poder contemplar por última vez el resplandor rojo. 

Comentarios

  1. desesperante......
    describes muy bien la situaciones
    me ha gustado
    encontrarte

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  2. Gracias por comentar, me alegra mucho que te haya gustado.

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