Son las seis de la tarde, ciudad indeterminada, país irrelevante, año 2115. Caminaba temblando, las piernas me fallaban, y un nudo en el pecho no me permitía respirar ni pensar con claridad. Una ansiedad irrefrenable estaba expandiéndose por todo mí ser.
– ¿Y si no lo lograba?
La sola idea me hizo salir corriendo hacia una dirección cualquiera hasta que choqué con un grupo de personas:
– Ayúdenme, por favor – les dije –.
Ellos me notaron demasiado desesperado y me dieron la espalda.
En ese momento vi a un amigo, le pedí que me ayudara. Me dijo que estaba conectado en ese momento y que no podía hacer nada por mí.
Lo maldije en mis adentros. Corrí a la siguiente calle. Comencé a hiperventilarme, y la ansiedad se transformó en pánico. ¿Qué pasaría si nunca más podía conectarme?
Una mujer parada en una esquina me llamó. Luego de largar una gran bocanada de humo de cigarrillo me ofreció sus servicios:
– Hola, amor. ¿Estás buscando conectarte?
Le entregué mi equipo sin vacilar y ella lo enchufó por diez minutos.
– Se acabó el tiempo – me dijo –. Son cien, amor.
¡Maldición! Supe al instante que pagarle a esa mujer no fue más que una solución pasajera, y que estaba en la misma situación que antes pero ahora sin dinero.
Mientras seguía corriendo hacia mi casa la vi cruzar delante de mí, me vio y con una sonrisa perfecta, mostrando unos dientes impecables, con una voz bien entonada me dijo:
– Hola, buenas tardes. Permítame ayudarle.
Modelo 77CGG de la serie 54. Una copia exacta de mujer, con una piel artificial igual que la de los seres humanos, con órganos que son duplicados de los de los humanos, una autómata autosuficiente.
Me indicó el camino a un callejón, extenuado solo atiné a seguirla. Había un conector, desesperado corrí pensando que moriría en ese instante. Pero entonces, justo cuando iba a conectarme la batería conectada a mi brazo izquierdo se puso negra.
– ¡Dios Mío!
Me despertó el sonido de “conectado”, verifiqué mis signos vitales y aún estaban allí. Seguía vivo, lo que parecía que me iba a matar no lo hizo. Entonces me apoyé en la pared y me dejé ir.
Sí, escapar, de ese mundo artificial, carente de realidad pero real.
Comentarios
Publicar un comentario