La vieja comedia familiar estaba a punto de terminar, me preparaba para cambiar de canal cuando la transmisión se cortó para hacer un anuncio importante. Vivo cerca de un volcán activo, así que por aquí estamos acostumbrados a recibir en la televisión alertas de emergencia. Me preguntaba si estaba a punto de salir corriendo de mi casa a mitad de la noche, cuando las letras en la pantalla empezaron a contar algo completamente diferente.
“No miren hacia afuera. Quédense donde están. No se muevan.” El texto desapareció tras una breve pausa. Me había acostado a las veinte y eran casi las dos, pensé al principio que se trataba de una de esas bromas que les encanta hacer a algunas cadenas, de esas que luego se hacen virales al otro día en Twitter para desaparecer a las cuantas horas. Una especie de estrategia propagandística para llamar la atención.
Pues, no. Aburrido y con insomnio, me di un paseo por mi repertorio de canales de cable para ver con asombro el mismo maldito mensaje. Le hablé a un amigo que sabía también estaba despierto. Ya lo había visto, y me dijo que sintonizara el canal de noticias locales. Un mensaje apareció: “Por favor, asegúrese estar dentro de su casa antes de hacer un reporte. Los reportes falsos serán… ”
Empecé a revisar las noticias en mi celular en busca de algo de último minuto. No había nada, noticias comunes y corrientes, vana actualidad. Mi amigo me envió un mensaje minutos después asegurándome que alguien había montado una bien grande en nuestro proveedor de cable favorito. Somos un pueblo muy pequeño, y al parecer alguien se creía muy listo. No sabía siquiera, si algo así realmente podía hacerse.
Otro mensaje: “No salgas. No dejes que te vean, no sabemos qué ocurre si lo hacen.” Inmediatamente después me llego otro mensaje de mi amigo diciéndome, divertido, que alguien estaba a punto de perder su trabajo. “No son niños, no sabemos lo que son. Por favor, no teman.” Me quede congelado, luego: “Por favor, no se asomen a las ventanas.”
¿Qué hacemos? Me preguntó, mi amigo. Cuando estaba a punto de contestarle llegaría un último mensaje: “No sabemos lo que son. Salen del bosque.” De repente, las letras se disolvieron para dar lugar a la imagen de señal de prueba recurrente. Mi amigo no volvió a escribirme más, me levanté confundido y quise mirar por la ventana. Verán, todas las propiedades en esta zona tienen abundantes metros de tierra que terminan en el bosque. Absolutamente todas, ¿me entienden?
Fijé mi vista en el árbol más cercano, creí ver un niño pequeño, avanzaba muy lento, casi robótico, no alcanzaba a ver ningún detalle de su ropa o rostro, pero se me hizo familiar. Sus articulaciones se movían exageradamente, como una caricatura, sin embargo apenas y se movía. Como si tratara de correr en cámara lenta. Escuché un golpe seco en el piso de abajo, cuando devolví la vista ya no se veía por ninguna parte.
Baje con mucho miedo pero no encontré nada raro. Me aseguré de que cada puerta que daba afuera tuviera seguro, subí y cerré con fuerza la puerta de mi habitación. Estaba a punto de correr por completo mi cortina pero fracasé. Alguien había arrancado la corteza del árbol de mi patio y ahora parecía tener un rostro. Y desde el fondo vi como un niño avanzaba corriendo con los ojos bañados en lágrimas, lo vi girarse y eran dos. ¡ERAN DOS! Pero estaban… pegados: cabeza, tronco, extremidades, y lloraba, lloraba gritando que le ayudara.
A mi espalda, la perilla de mi puerta empezó a girar bruscamente tratando de abrirse. Moví todo lo que pude sobre ella y me metí debajo de la cama. Tengo casi cuarenta, y estoy bajo mi puta cama. He hecho todo lo que posible para comunicarme desde aquí, ahora mismo estoy escribiendo esto desde el móvil, nadie me ha contestado ningún mensaje, ni una sola llamada. Tengo mucho miedo. No quiero morir.
Comentarios
Publicar un comentario