Últimamente no has dormido mucho, tienes demasiadas cosas en la cabeza y además, siempre has sido susceptible de sufrir insomnio. Los últimos días, han sido tan malos, que con suerte has podido dormir un par de horas, tres como máximo. Como mucha gente, te ayudas con un cubre ojos y tapones en los oídos
En esta noche has despertado muy mal, no ha sido tu culpa esta vez. Tu cuerpo parecía estar de acuerdo en que merecías un buen descanso, y no ha salido nada como estaba planeado. El asunto es que, alguien ha comenzado a gritar de repente. Por supuesto que has maldecido, no uno sino varios minutos. No puedes creer que los tapones no te hayan servido.
Notas que afuera todo está muy oscuro y silencioso. Decides asomarte por la ventana y notas, que tanto las farolas de la calle, como las luces de las casas, están apagadas. Todas. Esta tan oscuro que apenas puedes distinguir esa extraña figura al otro lado de la calle. Está tan completamente quieto, que te es difícil distinguir si se trata de una amenaza. Probablemente un vagabundo borracho, o tal vez solo un sonámbulo. Te divierte eso último.
Cierras la ventana dispuesto a cerrar los ojos otra vez. Ese grito de nuevo. Te das la vuelta para verlo, y sigue ahí, no se ha movido, entonces piensas que no es un vagabundo ni un sonámbulo, solo un retrasado. Le envías saludos a su madre desde tu ventana, pobre infeliz. Estas dispuesto a llamar a la policía si lo intenta de nuevo, o mejor aún, bajar con ese bate de béisbol en tu armario a darle un escarmiento.
Y lo hace otra vez. Bajas furioso dispuesto a partirle el cráneo al imbécil esta vez, abres la puerta y antes de abalanzarte sobre el maldito decides alumbrarlo con tu linterna. Nunca habías gritado así antes, ni siquiera recuerdas haber gritado tan fuerte alguna vez.
El haz de la linterna parpadea pero todavía puedes verlos, gigantescos y agitados, desparramándose por todo lo que parecer ser un cuerpo de algo sacado del mismo infierno. Los ojos no paran de moverse, son enormes, realmente enormes, se arremolinan los unos a otros, casi puedes jurar que el más grande tiene el tamaño de tu sobrino de seis.
El número se filtra en tu mente, cinco de esas bolas horrendas se alinean para mostrarte 999. El signo infecta tus pensamientos. ¿Qué es lo que quieres? -Gritas. Solo las farolas de la calle te contestan. Todas parecen apuntarle solo a él. Tu mente se desgarra y se destroza mientras avanza tranquilamente hacia ti.
Con un aullido agudo todo termina, los números se volcán agitados y muestran el número 1000.
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