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CRÓNICAS DE UNA EXTINCIÓN/Cap I

Año 1616 del Imperio de Karnaron 
Año 66 del reinado de la emperatriz Ehdala Nuk

El Londinium nos ha sido robado, más de un millar de mis soldados han sido crudamente masacrados, ningún ejército del Arconte ha podido sobrevivir. Las huestes de la emperatriz todavía aúllan hambrientas, y el cielo enfermo grita de rabia mientras los demoniacos Xe'acalla emergen gloriosos a las orillas del océano muerto de Imaur.

Los Devoradores han hecho el trabajo en nombre de su majestad. Subestimamos su poder, su codicia, su vileza. Doblaran la rodilla los más sensatos, los necios serán crucificados o arrojados a los abismos. No habrá misericordia para los aliados del traidor.

En la otrora gloriosa ciudad de Yavanah, la sangre no ha dejado de correr. El Arconte ha sido ejecutado junto a su mujer e hija, sus restos mutilados han sido entregados a los que todavía se niegan a obedecer. Mientras tanto, al otro lado de la fortaleza, buscan desesperadamente al benjamín de su descendencia, el Príncipe Nahlam Dei ha escapado, y su caza es ahora la máxima prioridad.

Hace nueve años que el Londinium fue descubierto por accidente en ese mar hediondo de gusanos negros. La ambición de poder hizo el resto. El Arconte administró la mina submarina con mano de hierro, en poco tiempo su presencia empezó a influir en las decisiones del Consejo, su popularidad empezó a ganar poco a poco adeptos por todos el imperio.

El preciado mineral ha sido, desde el principio, la base de nuestra tecnología. Poseerlo convirtió a Imaur, en uno de los principales planetas para el comercio. La llegada de las más grandes familias a sus tierras fue la envidia de algunos Arcontes en el Consejo; pero no había nada que hacer, mientras el planeta tuviera el favor de las grandes de las grandes casas.

Un día, una expedición encontró un extraño material en una de sus cuevas. Los Arcontes de los planetas Sadhur y Kalahari fueron los primeros en sumarse a su investigación, las propiedades descubiertas dejó perplejos a sus Kysha. Ya no quedaba duda de la riqueza de Imaur, era un Dios entre las estrellas…. hasta que la emperatriz lo reclamó.

Los cargos infames que imputó el Diácono, atrajo el miedo pero no la sumisión. La orgullosa ciudad de Yavanah duplicó sus ejércitos y redujo considerablemente la exportación del preciado mineral. La excusa perfecta para que el Diácono apretara su puño contra el Arconte. La emperatriz casi tuvo lástima ante su vanidad.

Mi nombre es Fera Feng-Du, capitana del décimo ejército de mi señor Veqrax Dei. A Él le he fallado, le he mentido y le he traicionado. No dejaré morir a mi pueblo, la locura de mi maestro ya le ha costado la vida a millones. He hecho un pacto de sangre con el Diácono, el príncipe debe morir. He seguido su rastro hasta las cuevas, se le acaba el tiempo al último de los Dei.

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