No lo eches a perder, Dorian. Vamos, no te pongas nervioso. Es tu primera cita, no lo arruines, sigue los consejos que te dieron tus “padres”, solo preocúpate porque ella se sienta a gusto, si haces todo bien, confiará en ti.
Solo han pasado un par de minutos, ahí está, casi han llegado al mismo tiempo. Si hubieras tardado otro rato en elegir tu abrigo, la habrías hecho esperar. Las cosas, quizás hubieran empezado con mal pie, no importa ahora, solo disfrutar.
Se llama Astrid, es un nombre bonito, ella dice que es nórdico. Dan un largo paseo, se ríe de todas las cosas que le cuentas. Te pregunta por tu edad, contestas que quince, y ella a su vez te hace saber que tiene dieciséis. Es genial, solo te gustaría haber sido sincero con tu edad también.
La nieve cae, y su piel parece más blanca con el pasar de los minutos. Empiezas a temer que algo le esté ocurriendo, ella se excusa diciendo que es solo una condición de nacimiento, así que no hay ningún problema en realidad. Tienes que tomar el siguiente paso ahora.
Le dices que tienes algo muy importante que decirle en este momento, algo que llevas guardando en tu corazón. Las mejillas de Astrid se encienden. ¿Lo ves? Lo has conseguido, y lo has hecho muy bien. Si te vieran tus “padres” estarían muy orgullosos.
Le dices todo lo que quiere escuchar, y le das un beso. ¡Lo conseguiste! Y apenas hace un par de meses que se conocieron. No lo puedes creer ahora, solo un poco más, tienes que empujarla un poco más.
El pozo que cavaste junto a tus “padres” fue preparado hace semanas, las recomendaciones de papá y mamá te ayudaron a esconderla de modo perfecto. Solo tiene que dar un paso más, ya casi. Niña estúpida, cuando caiga, beberás de su cuello hasta secarla por completo. Luego, solo la enterraras, nadie encontrara su cuerpo.
Esta será tu primera caza, por fin dejaras de comer las sobras del Conde y su amante. Malditos bastardos, alimañas del inframundo, cuando estés completo te vengaras, juras que así será.
Apenas y notas un poco de frío en tu pecho, no alcanzas a ver la enorme daga de plata hasta que esta sale de ti para clavarse de nuevo. No alcanzas a reaccionar, tres más llegan a tu espalda y dos a tu cuello. Escuchas como aúllan por todas partes.
Como has podido ser tan estúpido. Dieciséis, claro que tiene dieciséis, su nombre, el maldito collar en que ni siquiera te habías puesto a pensar un poco. Le gritas toda clase de blasfemias, permanece inmutable en tu agonía, los aullidos cada vez más se acercan.
Licántropo, posiblemente de la familia real, se desviste ante tus ojos para mostrarte su verdad. Has caído en la trampa perfecta, te arrastras buscando esa alternativa. Decenas de ojos te observan, un poco más, el pozo es tu consuelo. No tendrás que sentir como te comen vivo.
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