La mayonesa se ha escurrido por completo en el asiento trasero. Carajo, que le dirás a mamá esta vez. Bueno, ya pensaras en algo. Coges las bolsas presuroso, dispuesto a comerte todo lo que sea que ese cupón de McDonald’s tuvo la bondad de obsequiar.
Vas por la segunda hamburguesa, están muy buenas. De pronto, empiezas a notar algo extraño allá afuera. Tus vecinos se asoman temerosos desde sus ventanas, tratan de decirte algo, pero no entiendes qué, apenas y se lograr ver escondidos tras sus cortinas.
A tu izquierda está estacionado un coche patrulla, tampoco es que no te dieras cuenta. La casa está abandonada, y junto a un par de amigos también has entrado ahí a fumar marihuana. Debe tratarse de eso, la gente debería ocuparse de sus propios asuntos.
Sin embargo, la cosa no termina ahí, y empieza a ponerse molesto. Un anciano desde su azotea te hace un montón de señas, tu vecina de al frente parece gritarte algo. Subes más la música, ya está, el loco de Jimmy debe haberles amenazado con un arma. Estúpido, cuando la policía se dé cuenta que no es de verdad, le patearan el trasero.
¿Y si te detienen también a ti? No, eres menor de edad, y no te detendrán a menos que ahora sea un crimen comer en el auto de tu mamá. Ahí el dilema, tampoco se lo pediste prestado esta vez. ¿Y si fue ella quien llamó a la policía? No, no lo haría. A menos que…
Si, te has portado como un verdadero idiota estos meses. Deberías dejar esa última hamburguesa para tu hermana pequeña, aquí viene el remordimiento. Bah, maldices a tus vecinos, apagas la radio y te dispones a bajar.
Todas las luces de tus vecinos se apagan. Todas, sin excepción. No se puede escuchar absolutamente nada en tu calle, y las luces de la patrulla se encienden. Se siente raro. No es nada, piensas. Tu casa está a un par de pasos. Solo uno y el coche, sin nadie en el asiento del conductor, comienza a seguir tu trayecto.
Te frotas los ojos indignados. No recuerdas haber fumado nada en esta semana. ¿Cómo es que…? Tres pasos más, se mueve despacio, a tu ritmo, no puede ser. ¿Qué haces, retrocedes o avanzas? ¿Qué clase de broma es esta? No te queda de otra:
— ¡Oficial! ¡Déjeme explicarle, la verdad, mi madre y yo..!
No hay nadie, de verdad que no hay nadie. Te has asomado lo suficiente para darte cuenta que no hay nadie escondido allí dentro. No puede ser, te congelas de pronto, y retrocedes asustado con dirección a tu auto. No está, el maldito coche de mamá, no está.
Ni siquiera han pasado cinco minutos. ¿Cómo ha podido suceder? Empiezan a temblarte las piernas. No voy a correr— piensas— tengo todas las de perder. Tragas medio litro de saliva, y avanzas con los puños cerrados al maldito coche. Nada, no hay nada. Ya no se mueve, y por algún motivo decides abrir una de sus puertas para cerciorarte.
…
¿Has conocido alguna vez esa sensación de Deja Vu? Es la que yo siento. Desde mi ventana puedo ver a una chica allá abajo en su camioneta. Se está tomando su tiempo para salir. Mientras tanto, una especie de monstruo retorcido sonríe en la oscuridad de ese maldito coche patrulla. Tengo que avisarle, pero no quiero que me vea.
Voy a intentar hacerle un montón de señas.
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