Han pasado casi treinta minutos y comienzas a desesperarte. Nunca ha sido la paciencia una de tus virtudes, la verdad. Si hubieras sabido que el maldito bus tardaría tanto en pasar, con gusto habrías aceptado el aventón que te propuso la pelirroja. Pero vamos, acéptalo, ese “yo prejuicioso” se habría sentido mal. Con que te guste, piensas que ya tienes suficiente.
Y pasan los minutos, no es tan tarde así que decides empezar a caminar por la carretera. Después de todo, este lugar siempre ha sido muy tranquilo. Comienzas tu larga marcha y notas que se te ha caído el celular, es lo único que te faltaba. Vuelves rápidamente a la parada donde estabas, sigue ahí, pero definitivamente ya no estás solo.
Se trata de tres personas, dos adultos y lo que parece ser un adolescente en su uniforme escolar. Crees que se trata de una pareja, una familia quizás. Sentados donde estuviste hace unos minutos. Y la razón por la que dudas, es por las malditas máscaras que llevan encima, son jodidamente perturbadoras, sacadas de una maldita película de terror.
Habías visto una cuyo el titulo… bah, no lo recuerdas. No es importante, tampoco. Sonríes, no pasa nada, es solo gente con mucho sentido del humor. Sin embargo, puedes admitir que el resultado ha sido bastante incómodo. El móvil está entre la señora con la máscara de conejo y la niña con una máscara de gato. Al menos ella mira hacia abajo, perdida en la pantalla de su propio aparato.
Bueno, ante todo, el respeto siempre es lo primero. “Muy buenas noches. Perdonen, tomare mi teléfono. Lo deje aquí por error.” La niña rompe a reír, sus padres comienzan a hacerlo también. ¿De qué se ríen? También quieres reírte, está siendo una noche difícil. Muy gracioso, ¿no? ¡Y donde carajo está el maldito bus!
Ya está, no piensas aguantar más. Tomas el móvil, y te marchas, fin del problema. Comienzas a alejarte y notas como no han parado de mirarte, ninguno se mueve pero ya no se ríen, y son incapaces de apartar su vista de ti. Todos tus sentidos se ponen en alerta, ese frio en el cuerpo parece decirte que hay problemas.
Son tres, la carretera sigue, podrías correr, pero no estás seguro de que no puedan alcanzarte. Idiota, estas fuera de forma. Todos se levantan al mismo tiempo, parecen dirigirse hacia ti. Maldita noche, y maldita la hora en que no te subiste al precioso Honda de esa chica. Ya ves lo que consiguió tu machismo de mierda.
Tienes que correr, no hay alternativa, no te atraparan. Te sorprendes tú mismo de tu perfecta aceleración, caramba, eres bueno. Y por fin, una ventana a tu tormento. Una camioneta viene en sentido contrario al tuyo, así que te interpones en su camino. El conductor es casi un anciano, te deja subir, le explicas lo sucedido. Problema resuelto, que alivio, por fin respiras tranquilo.
De pronto aparece el bus que tanto llevas esperando pasar. Asoma lento por tu costado izquierdo, y puedes ver a la familia dentro. La pareja conversa de lo más divertida con las máscaras puestas en sus regazos, la niña solo se gira y saca un dedo por la ventana para hacerte un gesto obsceno. Te sientes como un imbécil, un perfecto imbécil.
Solo era un disfraz, que ridículo. Intentas abrir la puerta pero el viejo no te deja. Te llevará a casa dice, no pasa nada. Te toca con descaro una de tus piernas. Su camioneta avanza demasiado rápido, le exiges que se detenga. Te pregunta tu edad, y cuantas veces a la semana te masturbas. Le golpeas en la cara con todas tus fuerzas, él es más rápido y más fuerte.
Despiertas en medio de la nada, en un sitio que no recuerdas haber pisado jamás. Tiene una máscara de cerdo. Solo es un disfraz, tiene que serlo.
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