Allá entre el boscaje, no muy lejos de la laguna, había una pequeña y sórdida casa, que según los del pueblo, vivía sola una pobre viejecita. Era pues, tan extraña. Siempre al medio día, decenas de mariposas desentonaban revoloteando alrededor de la deprimente morada.
Y eran bastantes bonitas, brillantes, y muy coloridas, agitándose en esa horrible choza todos los días. Pronto los niños dejaron de temer todas esas historias que sus padres les contaban, y reuniéndose a escondidas, se ponían a jugar en ese lugar.
Entonces las desapariciones comenzaron, una a una fueron llegando, y el sacerdote señaló a la inocente anciana como una bruja. La pobre nunca entendió realmente lo que pasó, estaba tan sola, y tan vieja que apenas se movía.
No hubo piedad para ella en la comunidad, la torturaron salvajemente hasta que su cuerpo fácilmente se rindió. Y las desapariciones llegaron a diez, luego a veinte, hasta que ningún niño quedo vivo en el pueblo.
Cuenta la leyenda que la atroz verdad solo salió a la luz el día de la invasión de los Gurkos años después, en el momento en que empalaron al alcalde y al clérigo en la placita del pueblo. Dicen que a muchos mató con sus propios dientes, que se resistió hasta el final aullando que los seguiría hasta después de la muerte.
La noche que quemaron al monstruo, en alguna lengua ignota se burló de sus siervos.
Comentarios
Publicar un comentario