Envié primero a Tommy, mi terrier, el cual no dejaba de ladrar cuando veía mis caricaturas. No dejaba de molestarme pidiéndome una y otra vez que lo saque a jugar.
Luego fue el abuelo, se había enfadado conmigo cuando el balón que pateé había estropeado los rosales en su huerto. Me caía mal también, era muy cascarrabias.
Después fue mi hermano Carl, que no dejaba de tocar mis juguetes sin mi permiso. Jamás le perdoné que rompiera mi coleccionable de Star Wars.
Por último fue mi padre, cansado de que no me escuchara que había un monstruo en mi habitación. Como a todos, le pedí personalmente que fuera a revisarlo.
Ahora, si puedo hacer que mami vaya a buscarlo, tal vez el monstruo esté demasiado lleno para comerme a mí también.
Comentarios
Publicar un comentario