He vuelto a ver a esa araña, hedionda y con sus enormes patas, se pasea por la extraña ciudad de rojo aullando mi nombre. Mi madre me ha empezado a contar en mis sueños sobre ella. Cuando era muy pequeño, trece minutos antes de la doce, me contaba una nueva historia. Una de miedo, por supuesto, porque las necesitaba, o al menos eso ella decía. Decía que había nacido para crear monstruos y que ellos estarían conmigo por siempre.
Antes de empezar a vomitar toda la mierda acostumbrada, quiero disculparme. Has estado leyendo mis historias, y agradezco de todo corazón que lo hayas hecho. Me has salvado la vida, aunque no lo creas. Sé que desde nuestra última conversación ha pasado un buen tiempo. Lo siento. Verás, hay un nuevo fantasma aquí del cual tengo que ocuparme, y es la razón principal que me veo en la necesidad de escribir al respecto.
Extraño mucho a mamá, no es un secreto. Todos los días la recuerdo. Fue difícil en los últimos momentos de su vida, pero créeme, hasta el último instante, cada vez que su cuerpo le permitía, siempre me contaba una de sus historias. Decía que era muy importante que no olvidara esos relatos, que me iban a proteger. Algunos de esos relatos me marcaron tanto, de forma tan dura, que no solo no lograba dormir en toda la noche, sino que son historias que aun hoy me persiguen.
Nunca le creí del todo realmente, me refiero a ese tinte de realidad que ella siempre se encargaba de resaltar, pero aprendí a escuchar. Según decía ella, tarde o temprano, me terminaría topando con algo así.
Tenía toda la razón del mundo, claro está. Pero su fantasma en mis sueños es malvado, quiere que vaya al hoyo y le entregue mi gato a la araña. Dice que tiene mucha hambre, y no para de llorar. Nunca lo haré, Zuki es mi único amigo. Bueno, a ti también te considero un gran amigo. Tal vez, con todo el dolor de mundo, le tenga que abandonar. Una vez intente llevármelo conmigo, en mis sueños, ya sabes, a la ciudad de rojo. Le hizo mucho daño. Cuando regresamos estuvo semanas sin poder levantarse. Pobrecito, jamás permitiré que vuelva a ese lugar.
Los seres que habitaban las historias de mi madre, eran mil veces más aterradores que los que yacen, ahora mismo, en esta pequeña habitación desde donde escribo. Y aunque sé que jamás podre acostumbrarme, estoy aprendiendo a convivir con mis propios monstruos. Estas criaturas me necesitan tanto como yo a ellas. Después de todo, se alimentan de mis historias. Y eso a mí me mantiene despierto, me mantiene lejos de la extraña ciudad de mis sueños.
Supongo que los monstruos de mamá eran igual. Digo, había un brillo en sus ojos cuando me contaba sobre los “Signos”, del poder del ÁBARA como elemento. También se emocionaba cuando me describía a “Dan”, a la pobre “Tiffany”, tan solos y profundamente perdidos en un mundo de oscuridad habitado por sus peores pesadillas. No me detendré, igual que ella, no voy a volver a esa ciudad, debo recordar sus historias, y tú me vas ayudar.
Vamos a dejar a la gran araña morirse de hambre, porque tú y yo, estaremos muy ocupados. Siéntate, ponte cómodo. Voy a contarte un par de historias que nunca olvidarás.
Comentarios
Publicar un comentario