Hace una semana estábamos listos para volver a casa. Lo extraño es que de alguna manera me sentía triste de irme, pero lo acepté. Y él también, o eso creía, me gustaría que hablaras con él.
No pude dormir la primera noche. En realidad, no he podido dormir ninguna noche desde que regresamos, por supuesto empeore las cosas, sabes lo que pienso sobre dormir durante el día.
Conocimos gente. Nada más. Sinceramente, nunca dormí tan bien. Estaba allí tendida, caliente en mi saco dormir, y cerraba los ojos solo escuchando mi respiración y la de él.
Quédate conmigo, no cuelgues. Sé que piensas que me estoy escabullendo otra vez.
Pensé que podríamos contemplar el bosque, y de alguna manera sentirnos mejor, pero el poder de curación de la belleza natural ha resultado ser uno de esos mitos populares. Como la terapia. Como pasar página. Como Dios.
Cuando deje de escuchar su voz. No podía distinguir sus palabras, solo un murmullo muy bajo. Como cuando hablas en tus sueños. No quise gritar, te lo juro, pero salió así, y no puedo volver atrás.
No lo sé. Siento que las estrellas caen y el suelo se rompe. Estoy enfadada, enfadada conmigo y con él. Es tarde, muy tarde, y no existe un lugar en el que pueda esconderme.
Es muy fácil decirlo que hacerlo. No me estas entendiendo…
Gracias Papá.
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