La casa vuelve a estar en silencio, atravieso el campo interior y me acerco a la puerta. El cielo está bajo y tintado de verde. La lluvia cae sin cesar. Las ovejas se han ido y soy la única cosa en movimiento en el valle. La puerta está abierta, ladeada sobre las bisagras. Entro con el corazón martilleándome en todo momento.
Puedo oír una respiración, pero la casa está a oscuras y por un momento no puedo ver más que formas vagas, demasiado grandes para ser personas. Me quedo en silencio. Hay platos rotos en el suelo y una gran olla está tumbada de lado en un charco de algo que probablemente era comida. Penetro en la oscuridad. Aún sigo escuchando la respiración, casi desaparece.
Están en la habitación de arriba. Ataron a mamá. Me gustaría cubrirla. La sangre ha salpicado toda la habitación. La respiración está en ella, demasiado débil, y cuando llego a su lado, mis ojos se apartan de lo que difícilmente puedo ver pero que no me atrevo a imaginar. Me doy cuenta de que debe ser el bebé. Esta tendido en el suelo de la antecámara, también respira con dificultad.
Tengo que rescatarlo. Vi lo que le hicieron a papá, no dejaré que se lo lleven. De pronto escucho pasos apresurados que me hacen abalanzarme sobre la puerta, rodamos por las escaleras mientras intenta apuñalarme, pero soy más rápido, antes de que lo vuelva a intentar he arrancado casi todos sus dedos. No vas a tocarlo, no mientras todavía pueda levantarme.
Hace rato ya que el calor en mi vientre se ha vuelto tan frio como el hielo. No siento nada en ese lugar, cuando el Gris cerró los ojos algo en mí se rompió. No puedo explicarlo. La triste mirada de papá me hizo salir corriendo a casa en busca de ayuda, pero encontré esto. Voy a vengarlos, a papá, a mamá y a mi hermano mayor, y salvaré a mi hermanito.
El fuerte impacto me hace golpear la pared con fuerza. Saboreo mi propia sangre, escucho un par de tiros a lo lejos, junto a la voz del viejo Ben y sus hijos. Si hay un Dios en esta tierra se lo agradezco. Mientras tanto, los ojos inyectados en sangre de la bestia no dejan de mirarme con un odio que es incapaz de no confesar. Rasga la piel, corta y se hunde hasta el hueso.
Antes de que las pocas fuerzas que me quedan me abandonen, lanzo una última dentellada a su cuello. Ha caído. Y puedo ver a mi hermano Gris corriendo por el valle cuando éramos cachorros, también a papá y a mamá caminando junto a las ovejas. Ya no hay dolor, solo alivio, nos volveremos a encontrar, prométanme que me esperaran en el lugar de siempre.
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