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Mostrando entradas de agosto, 2022

EL GRAN SEÑOR

Bajo los árboles, él era el señor. Bajo los árboles no había escapatoria, como atestiguaban los cuerpos de los que habían intentado huir. Podía haberse limitado a encadenarlos, o simplemente partirles las piernas, pero eso no habría reflejado tan bien la idea que deseaba trasmitir: desesperación. Una vez que alguien pisaba la sombra de sus árboles, no había escapatoria. No era un hombre especialmente grueso, pero los años ya pesaban y tampoco se mantenía en muy buena forma. Así que esa larga carrera que había tenido por sus dominios esa noche, le había dejado completamente agotado. No había sido fácil, así que tuvo una idea. Se acomodó lo mejor que pudo en sus nuevas sillas y se sentó a descansar. La primera, gimió de dolor. Él era el señor, recordó. Y apenas hace unos minutos había tenido suerte de que no le pegaran un tiro. Niñatos, pensó. Mierdecillas. Si hubieran tomado su mejor oportunidad, le habrían cortado la garganta rápidamente, pero prefirieron confiar en el

DOS CORAZONES

Dos corazones. Había tenido mucho tiempo para pensarlo. Vagando prácticamente a la deriva, se detuvo en un paso de cebra. El semáforo estaba a punto de ponerse en verde para los conductores, y en cuanto lo hizo, un monovolumen se puso en marcha. No aceleró bruscamente, no quemó neumáticos. Simplemente se detuvo a esperarla, pero Ana no se movió. A su conductor no pareció gustarle, así que hizo notar su disgusto con una serie de bocinazos e insultos. Un todoterreno rojo brillante, pisó el acelerador a fondo, y en cuanto logró ponerse a su altura, se abrió hacia la izquierda invadiendo el carril contrario para estrellarse con un gigantesco camión. Las calles estaban repletas de transeúntes que parecían querer huir. Todos trataban de evitar la mirada de los demás y, cuando las cruzaban, surgían expresiones de violencia apenas contenida o de temor. Ana no se inmutó, y el monovolumen que también la había rebasado hacia segundos terminó empotrado en una tienda de comida pa

LOS OJOS DE LA BESTIA

La tele está encendida, con una cosa espeluznante de un asesino que acecha a una chica en un aparcamiento. Todo está a oscuras y llueve. La actriz que hace de chica es bonita. Parece asustada. Trato de salir de la habitación, no me gustan este tipo de cosas. Llevo diez minutos con la mochila colgada del hombro y la mano en el pomo de la puerta, quizás más, pero soy incapaz de abrirla. Siempre que comienzo a girar el picaporte la oigo: las carreras, los gritos. La profunda desesperación. Espero que consiga escapar. ¿Quién ve esta basura? La gente está muy mal de la cabeza. Me siento mareado y con ganas de vomitar, me acerco a la pantalla del televisor y meto la cabeza todo lo que puedo por ella en busca de aire fresco, allí adentro todo está en suspenso. Tampoco hay alivio en el exterior. ¿Qué iba a hacer? No lo recuerdo. Tengo que limpiar, sí. Otra vez. Cierro la ventana y lo preparo todo. La sangre debe desaparecer, retirada con infinito cuidado por las suaves car

JUGUETES VIEJOS

Jess no quiere que escriba esta carta. La verdad, tampoco estoy seguro de que haya mucho que decir. No estoy escribiendo para decir adiós. Aún no. Si llega ese momento, moriré protegiéndola. De momento es mejor quedarse aquí. Nos hemos trasladado al ático, todos excepto mi hermana mayor, Carol. Esta abajo, buscándonos, no queremos que nos encuentre. Jess solía ver fantasmas aquí arriba. Supongo que, si vas a ver fantasmas, es un buen lugar para hacerlo. Ella dice que todo ha estado muy tranquilo desde que se fue la luz. En las películas, las cosas no funcionan así. Pero yo le creo, siempre he creído en ella. Empezaré diciendo que amo mucho a mi hermana mayor. Vivimos solos, quiero decir, sin una mamá y un papá. Ellos murieron poco después de que yo naciera. Heredamos la casa de los abuelos, mi hermana no gana mucho dinero, pero para mí está bien. Encontramos la caja un día que se quedó hasta muy tarde en el trabajo. Era pequeña, de madera, de unos treinta centím

UN ÚLTIMO DESEO

La casa vuelve a estar en silencio, atravieso el campo interior y me acerco a la puerta. El cielo está bajo y tintado de verde. La lluvia cae sin cesar. Las ovejas se han ido y soy la única cosa en movimiento en el valle. La puerta está abierta, ladeada sobre las bisagras. Entro con el corazón martilleándome en todo momento. Puedo oír una respiración, pero la casa está a oscuras y por un momento no puedo ver más que formas vagas, demasiado grandes para ser personas. Me quedo en silencio. Hay platos rotos en el suelo y una gran olla está tumbada de lado en un charco de algo que probablemente era comida. Penetro en la oscuridad. Aún sigo escuchando la respiración, casi desaparece. Están en la habitación de arriba. Ataron a mamá. Me gustaría cubrirla. La sangre ha salpicado toda la habitación. La respiración está en ella, demasiado débil, y cuando llego a su lado, mis ojos se apartan de lo que difícilmente puedo ver pero que no me atrevo a imaginar. Me doy cuenta de que

SI LAS ESTRELLAS CAEN

— Espera, cuéntamelo otra vez. Hace una semana estábamos listos para volver a casa. Lo extraño es que de alguna manera me sentía triste de irme, pero lo acepté. Y él también, o eso creía, me gustaría que hablaras con él. — ¿Cómo todo se desmorono al final? No pude dormir la primera noche. En realidad, no he podido dormir ninguna noche desde que regresamos, por supuesto empeore las cosas, sabes lo que pienso sobre dormir durante el día. — ¿Qué hicieron? Conocimos gente. Nada más. Sinceramente, nunca dormí tan bien. Estaba allí tendida, caliente en mi saco dormir, y cerraba los ojos solo escuchando mi respiración y la de él. — Sabes que las razones no encajan, ¿verdad? Quédate conmigo, no cuelgues. Sé que piensas que me estoy escabullendo otra vez. — No sé qué quieres que te diga. Tampoco sé que pretendías encontrar. Pensé que podríamos contemplar el bosque, y de alguna manera sentirnos mejor,

AUNQUE NO SOPLE EL VIENTO

Aquella tarde me dolía la cabeza. El sol seguía alto y la luz era fuerte, lanzaban sombras muy nítidas sobre la hierba. Distante del momento de empezar el día y de la presión para finalizarlo, anduve a lo largo de la sala de lectura hasta el expendedor más cercano. Fueron seis o siete pequeños vasos de papel de agua muy fría que bebí casi con desesperación, entonces te presentaste, y me mostraste todas las hojas de papel que había dejado tiradas por el camino. En ningún momento quise ser grosero, había sido un mal día, lo recuerdo. No había pasado una noche tan interrumpida como la que tuve antes de conocerte, así que me sentía fatal. Veras, solía encontrarme ahí mismo con becarios como yo, que tenían ya todo su maldito trabajo listo y eso hacia enfurecerme. A veces iba a tomar un café, o a veces compraba comida, y después, en casa, trataba de relajarme cocinando escuchando a Cold Play. Una o dos veces al día me pregunto qué hubiera pasado si no te hubiera dicho eso.

UN LARGO SUSPIRO

Leer tus mensajes me proporciona calidez, pero a veces me gustaría que fueras capaz de ser más abierto cuando me escribes. Siento que tus palabras no tienen calor, y tengo que recordar continuamente la manera en que me miraste esa noche que traía ese vestido azul. El tiempo ha pasado desde entonces, y es como mirar los comentarios de una serie que ya terminó, es difícil convencerme de que el siguiente capítulo será bueno. Me siento muy alejada de ti. Tus mensajes de correo electrónico sirven bastante para saber que estas vivo pero el amor no es un bien virtual. Te echo de menos. Te necesito. Te quiero. Y te contesto explicándote cuanto me estoy divirtiendo porque sigo temiendo que si supieras la verdad saldrías corriendo para seguir con una vida de necesidad que solo nos orillaría al dolor, y no quiero eso. A menudo pienso en como luciría si tuviera diez kilos menos. Podríamos tener sexo sin que yo intentara meter mi barriga para adentro todo el tiempo. Sí, ya sé que ha