Los vientos aullaban con cólera esa noche, el asfalto amenazaba con morderte. Una caricia interrumpida, un “no, por favor”, y todo cuesta abajo. Las mariposas en tu vientre se habían ido volando a un sitio oscuro y lejano. El quizás se había escapado, también aquellas palabras que pintaban una mentira en un marco dorado. Todavía sonaba aquella horrible canción cuando te fuiste, un te amo tan frío y el comienzo de su insinuación. No hay lágrimas, eso es bueno. Realmente estás cansada de hacerlo. Las luces de neón mueren en aquella avenida y corres a la próxima estación, te sumerges en un mar de miradas que parecen castigarte sin ninguna razón. El refresco helado se esfuerza por devolverte los sentidos. El vagón empieza a moverse, te sientes mejor, poco a poco. Muchas preguntas se aglomeran en tu cabeza. La soledad, el miedo, las ganas de sentir y la suerte. Todo es cuestión de mala suerte, ¿y qué es la suerte? Se siente como un corte adentro. Decepción. Un grupo de estudia