Dedos que suben desde mis rodillas, labios que le hablan a mi piel. La botella baila en el piso y su teléfono suena. Ha parado de llover y sus caricias también, se asoma una sonrisa incómoda, mis manos atrapadas con las suyas resbalan en un mar de emociones. Se ha ido y el alcohol palpita en mis venas, se queja de mí, me dice cosas. Afuera está caliente y húmedo, los bocinazos hacen que mi cabeza de vueltas y por un momento siento que muevo entre planetas. La ciudad parece retorcerse a medianoche, todo apesta y me esfuerzo por no arrojarme al pavimento. Las luces danzan en un espectáculo de colores, su niña maravilla camina en otra noche marcada por la desidia. Al doblar una esquina los corchos de champán resuenan, la joven pareja se arroja al pequeño Ford clásico en medio de gritos y aplausos. Un vestido hermoso, se dibuja la felicidad en sus ojos. Es su día, el mío pronto llegara a mi vida. El anhelo está presente ahora y siempre, me sobran las ganas de querer. Los t