La llamada del demonio te despierta, no te deja dormir. Te reclama con sus garras y tiemblas, te abrazas a tu espalda desesperadamente pero no puedes evitarlo. Nunca tuviste el control. Jamás pudiste darte cuenta de ello y ahora es demasiado tarde. Ahí está, vuelve otra vez. Llega desde tus adentros para corromperte, lo invoca, te pide a gritos que lo alimentes. Quiere más. Siempre quiera más. Y tú, en tu terrible agonía te entregas a él. Sientes como desciende de tus fosas nasales, te llena. Se apodera de ti, te abandonas y te revuelcas de una psicodelia de luces brillantes y objetos flotantes. No hay nada mejor, dices. La sensación más maravillosa del mundo, el éxtasis absoluto. Tu enfermo vicio no hace más que morderte y masticarte por dentro. Te ahoga en un espiral de sufrimiento, te manipula, juega contigo y no puedes detenerlo. Sigues tu rutina diaria en un vano intento. Entonces la ves cruzar tu oficina con sus delgadas piernas, la nueva secretaria es guapísima y c