Son las seis de la tarde, ciudad indeterminada, país irrelevante, año 2115. Caminaba temblando, las piernas me fallaban, y un nudo en el pecho no me permitía respirar ni pensar con claridad. Una ansiedad irrefrenable estaba expandiéndose por todo mí ser. – ¿Y si no lo lograba? La sola idea me hizo salir corriendo hacia una dirección cualquiera hasta que choqué con un grupo de personas: – Ayúdenme, por favor – les dije –. Ellos me notaron demasiado desesperado y me dieron la espalda. En ese momento vi a un amigo, le pedí que me ayudara. Me dijo que estaba conectado en ese momento y que no podía hacer nada por mí. Lo maldije en mis adentros. Corrí a la siguiente calle. Comencé a hiperventilarme, y la ansiedad se transformó en pánico. ¿Qué pasaría si nunca más podía conectarme? Una mujer parada en una esquina me llamó. Luego de largar una gran bocanada de humo de cigarrillo me ofreció sus servicios: – Hola, amor. ¿Estás buscando conectarte?