En la cruenta oscuridad de sus ojos cerrados, Darla sintió como la sangre escapaba a raudales de su cuerpo sin descanso. Había terminado así, que poco había durado todo, y que poco había hecho por él. Era mejor así, pensó. No había sido una buena persona, y se lo merecía. Esperaba que Keir cumpliera su promesa. El solo hecho de que lo intentara, le consolaba como ninguna otra cosa. — Yo iré primero— dijo Ressa. — ¿Otra vez tratando de llamar la atención? — preguntó Darla. — Somos un equipo, pero… está bien. Ve tú primero, y luego tú también, hace calorcito aquí afuera, solo llámenme si me necesitan — respondió, Keir. — Eres un cobarde, saltaras primero o te arrojaré yo misma— le increpó Darla. — Antes déjame ayudarte con ese traje, está un poco ajustado ahí… — ¡Deja de manosearme, maldito degenerado! Darla había tenido un mal presentimiento desde el comienzo. Habían pasado apenas treinta y dos horas desde su regreso de la Zona 14; y los NIÑOS habían declarado que