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Mostrando entradas de diciembre, 2018

MUÑECAS AMOROSAS

Una ráfaga de disparos impacta sobre el asfalto ferozmente. La niebla comienza a envolver los barrios bajos, es su momento. Corre apretando los dientes, gime en cada paso y se entrega a las profundidades del callejón. La cápsula está ahí, la palpa, es real, no lo puede creer. Se deja caer completamente agotado y aunque está lejos de estar a salvo, suspira aliviado al escuchar a las patrullas rojas alejarse desde los cielos. – ¡Lo he conseguido, Ballack! ¡Lo tengo! ¡Quiero ver la cara de Sam, ahora! ¿Puedes creerlo? No hay respuesta, la señal es débil y teme que la conexión se rompa en cualquier momento. Un potbot hace su trabajo limpiando los desechos, ignora su presencia, ignora todo lo que no sea la mierda que se tira a ese agujero y se entrega a su labor como si fuera la mejor profesión del mundo. Es brillante, dice para sí. Casi es capaz de soltar una carcajada pero se detiene. Su AW parpadea y el holograma que esperaba aparece. – ¿Qué has conseguido? ¿Tienes ide

LUCIÉRNAGAS ESPACIALES

Hay tantas luces, Laura. No debería haberlas. ¿Conoces esa sensación? ¿Ese instante en el que tropiezas por cualquier cosa, ese medio segundo en el que estas cayendo? Eso es lo que los astronautas solemos sentir, hasta que después de un duro entrenamiento nos acostumbramos. Perdón por divagar, hablar me ayuda. Una vez me preguntaste si nos daban píldoras de suicido en caso de fallar la misión. Me reí, te dije que ese era un mito, que para morir en una estación basta con desatornillar una exclusa y que, de cualquier modo, los astronautas no pensamos así. Sabes, antes de la primera misión a la luna, se cuenta que un reportero le preguntó a alguien de la tripulación sobre qué haría si de pronto el módulo no pudiera despegar y se quedaran varados. ¿Su respuesta? “Trabajaría en el motor”. Ya ves, los astronautas también podemos ser graciosos, de la misma forma en que siempre encuentro graciosas las estaciones espaciales en una película. Cuando algo anda mal las luces com

UN GATO EN LA VENTANA

Fue esa corriente de aire frió lo que te sacó de tus ensoñaciones. Tus párpados se cerraron, como quien cierra el libro que está leyendo y me apretaste con ternura hacia tu pecho. El silencio se desvaneció por el sonido de tu voz, algo mágico había nacido, una caricia al viento, una hermosa canción que jamás había escuchado. ¿Qué le consultabas a las estrellas? No pude evitar mirarte un segundo y notar la paz saliendo de tu rostro. Parecía haber desaparecido el dolor en tus avejentados huesos, parecía también haberse borrado esa tristeza que te embarga amargamente. Tu regazo era calor y la melodía nos envolvía con suavidad mientras escuchaba el bombeo de tu corazón. Ahí estaba yo, acurrucado en tus brazos, con los ojos también cerrados tratando de entender tu mensaje. El aire soplaba suavemente detrás de mis orejas, el mismo que traía las notas de tus compases y que arropaba mi cuerpo. Aquella canción fue un regalo hacia los cielos, lo supe cuando vi la luna en su momento,