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UN GATO EN LA VENTANA


Fue esa corriente de aire frió lo que te sacó de tus ensoñaciones. Tus párpados se cerraron, como quien cierra el libro que está leyendo y me apretaste con ternura hacia tu pecho. El silencio se desvaneció por el sonido de tu voz, algo mágico había nacido, una caricia al viento, una hermosa canción que jamás había escuchado.

¿Qué le consultabas a las estrellas? No pude evitar mirarte un segundo y notar la paz saliendo de tu rostro. Parecía haber desaparecido el dolor en tus avejentados huesos, parecía también haberse borrado esa tristeza que te embarga amargamente. Tu regazo era calor y la melodía nos envolvía con suavidad mientras escuchaba el bombeo de tu corazón.

Ahí estaba yo, acurrucado en tus brazos, con los ojos también cerrados tratando de entender tu mensaje. El aire soplaba suavemente detrás de mis orejas, el mismo que traía las notas de tus compases y que arropaba mi cuerpo. Aquella canción fue un regalo hacia los cielos, lo supe cuando vi la luna en su momento, jamás vi a las estrellas brillar tanto como esa noche.

Ya nada es igual en este lugar, solo la ventana por la cual juntos vimos la vida pasar. No estoy triste porque te haya ido, tal vez solo un poco incómodo de que me hayas excluido. Ha sido un gran viaje, de eso estoy seguro y aunque muchas personas me observan sin entender, no despego la vista de tu rostro angelical, ese que flota en un mar de estrellas en una canción que jamás terminará.

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