Ir al contenido principal

PROGRAMACIÓN NOCTURNA


Era tarde, muy tarde y no podía dormir; la falta de sueño era algo inusual en mí pero no me importaba, era sábado y me había dejado recostado delante del televisor, con tan poco que hacer como cambiar el canal, a la espera de conseguir algo de sueño o bien, que el mundo a su alrededor despertara y se pusiera en marcha.

El programa de concursos me había resultado interesante. Era patético ver como alguien estaba dispuesto a despedirse de toda su dignidad por una tostadora. Algunos participantes incluso se ruborizaban cuando escuchaban lo que tenían que hacer en lo que al parecer, era un programa familiar. Era obvio que los verdaderos ganadores del programa eran los espectadores y claro, yo estaba contento de formar parte de ellos.

Lo que comenzó como un simple hecho fortuito termino en algo deliberado; me aprendí la programación de todos los canales de la noche y en tanto me fuera posible pasaba noches enteras pegado a la pantalla chica. Confieso que mi gusto tenía escondido algo de morbo  en sí, aunque bueno, mi reciente pérdida de empleo había golpeado muy duro mi autoestima y lo único que quería era permanecer solo en casa.

Una noche cuando el reloj daba las 4 de la mañana y los créditos acaban, me topé con algo mucho más desconcertante y adictivo; al parecer los productores de este programa habían visto la bruja de Blair y habían decidido que podían hacerlo mejor.

La temática del programa era sencilla: tomas borrosas desde “cámaras escondidas”, localizadas en distintos lugares de la ciudad, que capturaban a personas normales en situaciones cotidianas, mientras era acosadas silenciosamente por hombres disfrazados de la forma más estúpida que te puedas imaginar.

Una retorcida versión de Mickey Mouse trataba de interrumpir el camino de una ancianita, que al parecer iba al supermercado; un Papá Noel en tanga, colándose en las habitaciones de un motel y el miembro rechazado de Village People daba caza a un triste borrachín dormido en un parque.

Si ya era entretenido así, se volvía cautivador en el  momento en que Mickey Mouse sacaba su navaja. A veces las víctimas lograban escapar. La anciana por ejemplo, vio a su verdugo a la vuelta de una esquina por suerte de que noto su reflejo en la ventana de una tienda y esta salió disparada hasta su carro, mientras Mickey aún luchaba por pararse, traicionado por una maceta que lo había hecho tropezar.

El borracho no había tenido tanta suerte. Todo había terminado muy rápido, el tío de Village People le había destrozado la cabeza con un bate de béisbol y la toma final fue del generoso líquido vital desparramado en el pavimento. Las tomas forzadas, los cortes de estática y el tono verdoso de la visión nocturna, daban a las habitaciones del motel una atmósfera íntima y muy personal, y ahí estaba, calculo tendría 8 años, quizás menos.

El tipo disfrazado de Papá Noel no tenía reparo alguno en apuntar a esa inocente criatura con un 9 mm y aunque, todos estaban dormidos, el tipo se las arregló para hacer toquecitos en la frente del chico y que este se despertara. Terminó asfixiándole con una almohada.

Para entonces había desarrollado un gusto de voyeurismo puro  en observar a alguien en tan espantosa situación, era algo más quizás, una complicidad enfermiza. Me siento cansado, tambaleo en el sillón buscando el control remoto, logro tirarlo al suelo mientras mi silueta se refleja en el muerto muro del cristal del televisor. La pantalla no parecía mostrar más que un negro sólido y silencioso.

Me quedo dormido.

Son casi las 10 de la noche, no puedo creer que haya dormido todo el maldito día, de pronto  escucho tocar la puerta. Seguro que son Kevin y Marc otra vez.

Logro llegar a la hora del programa, las ganas que tenía de ver el programa no eran ni medio normales. El programa comienza y aplica su ley; esta vez Mickey es quien lleva la pistola mientras el otro par se adelantan, se aproximan a lo que parecer ser una sala de masajes; creo que reconozco al tipo, se llama Max Richardson y trabaja en una oficina postal, noto que conversa por su celular mientras Papá Noel lo rodea por detrás y lo apuñala, aun así forcejea pero el tío de Village People lo somete. En tanto Mickey alcanza a decirle algo al oído que no logro escuchar pero claro, es comprensible debido a la calidez del audio.

El asunto no termina ahí, Mickey le dispara en el abdomen muchas veces, el señor Village People apalea el cuerpo con un martillo hasta dejarlo hecho una masa de carne, una forma de crueldad desprovista de toda ironía que solo puede terminar en una orgía de sangre.

No estoy durmiendo bien últimamente, en mi cara ya se empieza a notar, no sólo por las ojeras y las bolsas, sino también por la aparición prematura de arrugas. No recuerdo muy bien que hice ayer y me parece que he estado sentado en este sillón por años. Me duele todo el cuerpo, creo que voy a enfermar si sigo así.

Kevin me trajo algo de comer, sabía raro, no puedo quejarme tampoco. Por otro lado Marc me pidió las llaves de mi antiguo taller. Alguna vez trabajé como mecánico,  era un trabajo muy duro, aunque no recuerdo habérselo contado a nadie.

El programa cada vez se torna más violento, esta vez Papá Noel entra a un Geriátrico, esos sitios donde tratan a ancianos con salud frágil. Parece que lo conocía la primera vez que lo vi, su cara era extrañamente familiar. Al principio no pareció importarle la presencia del extraño pero cuando se dio  cuenta del machete que llevaba consigo corrió gritando por ayuda, rápidamente lo intercepto nuestro buen amigo Mickey quien traía una maleta grande consigo. Logran sacarlo del recinto, el tipo de Village People conduce el auto.

Está muy oscuro... creo que es un sótano, no estoy seguro. Entonces  le abren el vientre de canto a canto, casi podía oler toda la sangre, las vísceras desperdigadas por la habitación y su cara, la cara del absoluto terror, el programa termina con una toma de los órganos expuestos del viejo en una mesa.

Quise comer algo pero la mierda que Kevin me trajo parece desprender un olor asqueroso. Que va, tengo tanta hambre que me comería un elefante. He revisado toda la cocina, me estoy quedando sin comida.

Tengo tan mala suerte, quise ver el programa y la alimentación eléctrica  se fue. Toco la puerta de la señora Clarice, le debo tres meses de renta, pero estoy seguro que si hablo con ella repondrá la  electricidad.

Creo que me odia, no me quiso abrir la puerta, ni siquiera me contestó cuando le dije que le pasaría lo mismo que al viejo del programa sino me abría la puerta.

Tengo mucha hambre, demasiada, escucho rugir mi estómago por todo el departamento. Creo que me estoy volviendo loco. Kevin vino y me dijo que ya no podía más, que ya no podía seguir con esto, que tenía que parar.

Tocan la puerta, es Jimmy, el hijo de Clarice, me pide que deje de hacer tanto ruido, su abuelo había fallecido y la familia estaba muy deprimida por la tragedia. Ahora que lo recuerdo, el abuelo de Jimmy se parecía mucho al viejo que le abrieron las entrañas en el programa. Era un maldito viejo que cuando vivía en el complejo no hacía nada más que quejarse de la vida, decía que muchachos como yo eran la peste de este mundo, que arruinaban lo que sus “generaciones” habían tardado tantos años en construir. ¡Pobre infeliz!

Me duele el estómago, tengo tanta hambre. Ya no me queda mucho del idiota de mi jefe. En la oficina postal donde yo trabajaba era un maldito patán; cada cosa que hacía, cada cosa que decía, nada le parecía. Una vez incluso me hizo disfrazarme de una versión estúpida de Mickey Mouse y me  hizo bailar frente a los empleados, solo Kevin y Marc me comprendían entonces.

Por fin pude hablar con la señora Clarice, me dijo que estaba muy molesta con los técnicos que estaban haciendo mantenimiento eléctrico en la zona. Hacía más de 4 semanas que no reponían el servicio eléctrico.

Solo espero que Kevin me traiga algo del viejo, me estoy muriendo de hambre y no sabes las ganas que tengo de ver el programa de hoy.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA CHICA PERFECTA

La conocí en una famosa página de citas de Internet. Al principio me mostré cauteloso, no sabía que pensar. Después de tanta insistencia por varias de mis amistades decidí probar. En efecto, conocí a alguien que robaría toda mi atención y que terminaría por ser la dueña de mi corazón. Luego de varias semanas de intercambiar mensajes y compartir historias decidimos conocernos. Era profesora de secundaria, muy impresionante en persona, con una figura que no te esperarías de alguien que trabaja en educación. Tenía el pelo castaño y rizado, ojos cafés y una mirada cautivadora. Debo admitir que me arriesgue demasiado en nuestra primera noche, creo que me deje llevar un poco por la emoción. En pocas ocasiones me había pasado y es que, ella despertaba en mí una pasión que escapaba a la razón. Me la lleve a una habitación de hotel, un poco nervioso le hice la propuesta y accedió. No voy a entrar en detalles, lo siento, soy un caballero después de todo, pero quiero dejar en cla

EL ENGENDRO DE UHMUG

El cielo está quieto, oscuro y silencioso. Uno de sus ojos parece brillar a lo lejos, casi desaparece. El negro absoluto permanece expectante, ignora al brillante. Entonces celebra su soledad allá arriba mientras observa espeluznante el despertar del muerto. Han pasado más de dos horas desde que los faros del coche se apagaron, más de dos horas en que las caricias comenzaron. La música ha dejado de sonar y los latidos también. Se asoma una patrulla por el retrovisor. Más te vale que despiertes, corazón. La placa corresponde a otro distrito, mala cosa, robado tal vez. No, vamos. Déjate de estupideces. Hay que dejar de ver esa serie de una maldita vez. Una de las puertas traseras está entre abierta. Drogadictos, dices. Ah, un par de porros. Quién, no. Acercas tu linterna, dos siluetas se dibujan, solo una se mueve. Está demasiado oscuro y crees ver sangre. Hombre, ya para de imaginarte cosas. La puerta se cierra de golpe. Llamas a los ocupantes dando una advertencia. Tr

TORTUGA NEGRA

La tetera silba impacientemente, ahoga el bullicio de la ciudad. Me entrego al aroma del café como en cualquier otra tarde de lluvia. Miradas que vienen y van desde mi ventana. Sombras que se alejan. ¿Qué observan? Me llevo las manos al rostro, ahí donde surcan las huellas del tiempo. Compasión, lástima. Sí, por supuesto. Tengo 63 años, mis hijos han crecido y en julio seré abuelo. Estoy canoso. Mi cuerpo no para de quejarse. El calendario marca 31 de Marzo y el sentimiento aflora. Me sujeta fuertemente, me desgarra y me lastima.  Mi mente gira en espiral y me lleva al más oscuro de mis recuerdos. Tenía 8 años y ella apenas 7. Allison se había ganado la reputación de contar historias increíbles. ¡El chico de cuarto grado tiene una caja de monedas mágicas! o ¡El bibliotecario tiene una llave que  te lleva a otro mundo! Y yo disfrutaba de cada una de ellas, por más insulsas que fueran y Sarah también lo hacía. Mi pequeña hermana se movía conmigo dispuesta a cualquier aventur