Recuerdo el día en que
las arañas salieron a comerse al conejo blanco.
Una noche aparecieron de la nada y allá arriba el panorama cambió.
Pequeños puntos rojos empezaron a cubrir la superficie lunar. La gente creyó
que se trataba de una patraña, de alguna sucia mentira del gobierno. Más tarde,
la noticia correría por todo el mundo.
La CNN lo confirmó y ni el más fanático de la astronomía lo podía creer. Nuestro pequeño satélite consumido por extrañas formas de vida. Nadie sabía el cómo, ni el por qué, pero ahí estaban. Gigantescos seres con infinitas patas de color rojo caminando por toda la luna. El río de criaturas avanzaba devorando pedazo a pedazo.
Desde luego hubo una ola de reacciones en todas partes. Miles salieron a las calles exigiendo denotar cabezas nucleares sobre la horda de seres malignos, otros buscaron los puntos más altos de la tierra para rendir pleitesía a sus nuevos dioses. Ejércitos de todas las naciones se lanzaron a las calles para evitar los innumerables saqueos y disturbios. El mundo pronto se sumió en el caos y la desesperación.
Pronto deje de mirar arriba por las noches; el monstruo carmesí terminó por devorarse al conejo entero.
El colectivo encontró más temprano que tarde la respuesta a su pregunta, venían a por nosotros. Las siniestras criaturas habían empezado a construir un inmenso navío que los traería consigo a nuestro planeta. Los ojos de las máximas autoridades de todo el mundo se paralizaron presa del pánico y entonces la humanidad, en su infinita sabiduría, hizo lo que mejor sabe hacer.
Los impactos fueron terribles y poco a poco del conejo no quedó más que polvo en el espacio. Las arañas habían sido derrotadas y los gobiernos celebraban la victoria en cada rincón del globo. Tan ocupados estaban jactándose del desastre que habían hecho que cuando se dieron cuenta ya era demasiado tarde.
Llegaron como asteroides aterrizando en varios puntos del planeta. Su precipitada hambre no tardó en delatarlos, la tierra entró en alerta y una guerra así como comenzó, terminó en breves días. Las criaturas hacían parecer minúsculos puntos a los edificios más altos de la ciudad y la gente se movió como pudo a cualquier agujero que estuviera debajo de la tierra.
Ecos de angustia se transmiten aquí y allá, las oportunidades no existen. Llevo sumergido en la oscuridad más de tres de meses. Mi madre nos ha abandonado. Mi hermano se muere de hambre y yo también. Voy a salir y espero, si todo esto es un sueño, ver al conejo blanco en su gloria otra vez.
Deseadme suerte. Adiós.
La CNN lo confirmó y ni el más fanático de la astronomía lo podía creer. Nuestro pequeño satélite consumido por extrañas formas de vida. Nadie sabía el cómo, ni el por qué, pero ahí estaban. Gigantescos seres con infinitas patas de color rojo caminando por toda la luna. El río de criaturas avanzaba devorando pedazo a pedazo.
Desde luego hubo una ola de reacciones en todas partes. Miles salieron a las calles exigiendo denotar cabezas nucleares sobre la horda de seres malignos, otros buscaron los puntos más altos de la tierra para rendir pleitesía a sus nuevos dioses. Ejércitos de todas las naciones se lanzaron a las calles para evitar los innumerables saqueos y disturbios. El mundo pronto se sumió en el caos y la desesperación.
Pronto deje de mirar arriba por las noches; el monstruo carmesí terminó por devorarse al conejo entero.
El colectivo encontró más temprano que tarde la respuesta a su pregunta, venían a por nosotros. Las siniestras criaturas habían empezado a construir un inmenso navío que los traería consigo a nuestro planeta. Los ojos de las máximas autoridades de todo el mundo se paralizaron presa del pánico y entonces la humanidad, en su infinita sabiduría, hizo lo que mejor sabe hacer.
Los impactos fueron terribles y poco a poco del conejo no quedó más que polvo en el espacio. Las arañas habían sido derrotadas y los gobiernos celebraban la victoria en cada rincón del globo. Tan ocupados estaban jactándose del desastre que habían hecho que cuando se dieron cuenta ya era demasiado tarde.
Llegaron como asteroides aterrizando en varios puntos del planeta. Su precipitada hambre no tardó en delatarlos, la tierra entró en alerta y una guerra así como comenzó, terminó en breves días. Las criaturas hacían parecer minúsculos puntos a los edificios más altos de la ciudad y la gente se movió como pudo a cualquier agujero que estuviera debajo de la tierra.
Ecos de angustia se transmiten aquí y allá, las oportunidades no existen. Llevo sumergido en la oscuridad más de tres de meses. Mi madre nos ha abandonado. Mi hermano se muere de hambre y yo también. Voy a salir y espero, si todo esto es un sueño, ver al conejo blanco en su gloria otra vez.
Deseadme suerte. Adiós.
Comentarios
Publicar un comentario