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LA BRUJA EN EL LAGO

Los pequeños niños arrastran la pestilente bolsa a duras penas, un esfuerzo más, ya casi llegan al final del muelle. El mayor mira a su hermana con unos desorbitantes ojos llenos de rabia, ella sonríe y sus ojos transmiten una maligna calma. Poco a poco se acercan a su destino, tiran más fuerte, el viento aúlla mientras las aguas del maldito lago danzan aguardando el sacrificio.

Tres meses atrás la pequeña niña había enfermado, noches enteras de agobiante dolor para su frágil cuerpo. Su hermano sollozaba en un rincón mientras el pobre anciano se llevaba las manos al rostro lleno de impotencia y desesperación. El mal caminaba en las afueras de la antigua cabaña, esperaba el momento justo, el momento exacto, su perfecta invocación.


Una noche el viejo salió con la lluvia pegándole en el rostro, alzó sus manos al cielo y gritó, gimió e imploró. Fue el lago quien respondió,  cientos de rayos iluminaron el cielo y la bestia se sentó en su hombro.  No escuches, no mires, calla y contén el aliento  pero para él ya era demasiado tarde. El horripilante monstruo había besado su piel.

Y la niña sanó, sus ojos más azules, su piel más clara y su cabello más fino.  Sus ojos no podían creerlo pero así era y en su estupidez olvidó. Los niños corrían detrás de las ovejas, jugaban con los perros, bailaban y saltaban en ritmo con los conejos. Breve el tiempo que todo aquello duró e inimaginable la agonía que estaba por devorarlo.

Uno a uno sus animales fueron muriendo. Su vientre horriblemente abultado y lleno de asquerosas larvas que se retorcían de alegría con cada víctima. Dejo de llover y la tierra murió con toda su plantación. Nada crecía, nada vivía y volvieron sus miradas al lago llenos de hambre. Los niños amaban sus aguas y los escasos peces les devolvieron la esperanza.

Pero el anciano no podía mirar sin horrorizarse, el bote avanzaba y siempre en el fondo la veía. Su figura le asqueaba, el rostro de una horrible mujer que lo miraba expectante, sus diabólicas facciones que lo estremecían de pies a cabeza y no pudo más.  Les obligó a no volver,  el lago estaba maldito y ellos no podían volver. El último error de una cadena de malas decisiones.

El mayor se retorcía de rabia al no poder siquiera ver el lago por la ventana, la niña se mordía la piel y lamia su sangre al no poder beber de sus aguas. El mal se había engendrado en lo que más amaba y horrorizado entendió lo que había causado.

Lo último que vio fue el rostro de aquella dulce pequeña, su mirada era paz y alegría.  Profundos los cortes que infringía el mayor en su vientre, pero a él no lo veía, solo a ella. Su mirada no se despegaba de él, tan profunda, tan intensa y la sangre salpicaba generosa bañándolo por completo. Ella no se iba a ir en ningún momento, estiro sus manos para tocarle pero la oscuridad apagó su intento.

Ahora los niños suben al apacible bote, el amasijo de carne descansa a sus pies. Reman y reman hacia el corazón del lago, allí donde en las profundas aguas espera. Tres círculos dibujan con sus dedos, tres gotas de sangre dejan caer, los tres sacrificios se lanzan al abismo y el lago ruge inquieto, deseoso de saciar su hambre otra vez.

Comentarios

  1. Un relato que me ha gustado mucho y que me ha atrapado hasta el inquietante final. Me gustaría darte un consejo sobre escritura, pues queda muy claro que sabes narrar historias perfectamente. Y es que vigiles con los cambios de tiempo y las repeticiones. Aunque ya te digo, lo veo un mal muy menor. Un saludo! ; )

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  2. No sabes cuánto se agradece el consejo. Un placer saber que te ha gustado mucho hasta el final.

    Gracias por leer. Saludos igualmente :)

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