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LA SÉPTIMA GUERRA

Me recuerda a un ayudante que tuve hace un par de años. Tenía el mismo color de cabello: un extraño rojo grisáceo, ojos grandes,  mejillas gordas y un lunar en la barbilla. Era muy apuesto también pero adicto al Ufus. Un oscuro vicio. Odio a los adictos, odio a los críos  y a este lo odio también. 

– ¿Cuál es su nombre?

No necesita uno.

– ¿Y cuántos años tiene?

Ninguno.

– ¿Por qué siempre los hacen críos? Quisiera alguna vez tener en mi mesa a un par de tetas y una vagina. ¡Odio a los críos, los odio a todos!

Lo sé.

– ¿Sabes? Pudieron haber usado tranquilizantes en vez de ametralladoras. El tipo es un cojín de alfileres.

La Agencia no se anda con bromas cuando se trata de sus juguetes y este es uno muy especial.

– ¿Ah sí? ¡Estimule el sistema nervioso, enfermero! ¡Masaje al corazón! ¡Lo perdemos!

Tráelo de vuelta.

– ¿Y qué carajos crees que hago? ¡Apliquen el procesador en línea, lo estamos perdiendo! ¡Vamos, quiero ver esas lecturas! ¡Vamos, vamos!

Resultados Dr. Willheim, todo gira en base a resultados.

– ¡Necesito dormir, puto imbécil! Llevo tratando de armar este amasijo de carne desde hace más de nueve horas.

Dormirá cuando la operación este completa.

– ¡Denle otra descarga! ¡Maldición, maldición, maldición!

Todo está documentado, todo está bajo una vigilancia estricta, no hay errores, no se tolera esa posibilidad. ¿Me hago entender?

– Mucho.

Es bueno saberlo, Dr. Willheim

– ¡Está hecho! ¡Mierda, por poco! Estabilícenlo. Enfermera, cierre por favor.

¡No!… déjelo así.

– ¿Está hablando en serio?

Retire a su personal de la sala, mis hombres llegaran en un momento. 

– Si lo piensa mover así, no durara ni cinco minutos. Al menos…

Ya ve que no hace falta, obsérvelo usted mismo.

– ¿Dónde está? ¡¿Dónde mierda esta?!

Justo ahí.

– ¡Por favor, se lo suplico! ¡Haga algo, no deje que me lastime! Se lo pido por mi familia y mis hijos.

Ah, Dr. Willheim pero si usted no tiene familia, ni mucho menos hijos. ¿Acaso ya olvido que odia a los críos?

– ¡Hijo de perra! He trabajado en la agencia por diecinueve años, fui uno de los investigadores que produjo el simbionte IO, colabore en el virus ABENKA, formo parte del proyecto 23 junto con el profesor Hickman. ¡No puedes! ¡No….!

Tiene hambre.

– ¡Mierda! ¡A todo el personal, esta es una orden directa del Dr. Willheim Kav Unmber, diríjanse  a la sala 62 de inmediato! ¡Repito, es una orden! ¡Todo el personal diríjase a la sala 62!

Su reputación le precede Dr. Willheim.

– ¡No se mueve! ¿Por qué no se mueve?

Tiene hambre Dr. Willheim, ya se lo dije. Él solo espera.

Los pasos se hicieron más fuertes, la sala aulló al ver a la deforme masa sanguinolenta. Gritos rasgaban el aire, la sangre espesa matizaba el piso como el vino derramado en una fiesta. Les arrancaba la carne desde los ojos, se los devoraba enteros hasta los huesos. Después solo quedaban bailarines de piel. Un espectáculo magnifico, el placer descrito.

– Dicen que cuando comenzó la cuarta guerra todo mundo creyó que era el fin del mundo. ¡Ja! Vaya mierda, si ni siquiera estaban cerca. Aunque debería decir, que envidio a los malditos que vivieron esa era.

Usted nació poco antes de que empezara la quinta, ¿verdad?

– Así es, viví la guerra de la niebla. Pocos creyeron que sobrevivirían pero yo lo logré.

No me diga… leí que asesino a sus padres y luego…

– Eran tiempos difíciles. ¡Bah, lo hice en defensa propia! ¡Quisieron matarme! ¡A mí, que era su único hijo varón! Con los pocos varones que había en el mundo y esos desgraciados me quisieron matar por su pequeña puta.

Entonces si es verdad.

– Tenía hambre y sí, me la comí. Y ni siquiera estuvo tan buena, en cambio ellos… eran otros tiempos, usted me entiende.

Ah sí, eran buenos tiempos.

– Usted lo ha dicho, luego vino la guerra de los sin sangre y todo se fue a la mierda. Maldita resistencia, maldito Blaz y sus hijos, malditas alimañas que se arrastran por el subsuelo creyendo patéticamente en que algún día habrá luz en esta oscuridad.

Un desafortunado final. Lamentable, en verdad.

– La séptima guerra se está terminando por comer el mundo entero, todo no deja de salir de mal y usted…

Se preocupa demasiado, la agencia ha sobrevivido por cientos de años.

– ¡Hey! Mire, ya vuelve… como antes… ¿Por qué… por qué  me mira así?

Vuelve a su disfraz, no tenga miedo. Es solo un niño.

– ¡Odio a los críos, ya se lo dije! He terminado, dígale al Dr. Jennings que no vuelva a mandarme ningún otro de sus malditos experimentos.

Estupendo trabajo Dr. Willheim, maravilloso. Y ahora en respuesta a una de sus primeras preguntas. No es que nosotros los hagamos niños o críos como usted les llama. Es él quien luego de empezar a comer adopta esa forma… extraña para nosotros. Pero es así como se siente a gusto y nosotros no nos quejamos.

– ¿Cuántos hay hasta ahora?

Uno, el único que ha sobrevivido todas las pruebas está parado frente a usted. Pero no se preocupe, mañana habrá cientos. Ahora si me disculpa, Dr. Tengo una guerra que ganar.

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