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ELLA AMABA EL SNUFF


Desde que había sido muy joven, Elena imaginaba al hombre de sus sueños. Lo pintaba en su mente algunas veces como un famoso actor, y otras como un gran deportista reconocido. Había aprendido a dibujar esas fantasías en un papel, y aunque le había costado más de una reprimenda, no entendía el porqué.

Era exagerado, quizás. Pero así era Elena y pronto, cuando ingreso a la Universidad, fue asaltada por un sin número de pretendientes dispuestos a cumplir aquello que siempre anhelaba en cualquier momento.

Elena era muy atractiva, por supuesto. Su estricta educación secundaria había restringido el contacto con solo personas de su mismo género. Pero ahora era diferente, y ella estaba más que dispuesta a cambiar eso.

Su rostro era fino y delicado, había heredado el cabello castaño de su madre y una piel morena que acaparaba miradas a donde quiera que iba. Pronto descubrió que no solo era esa la razón de sus constantes acosos y miradas llenas de lascivia.

Hay que confesar que la naturaleza le había bendecido con generosas carnes, el suspiro entre cada varón era el ceño fruncido de cada fémina con la que se cruzaba. Había bastante que ver pues, y más temprano que tarde, alguien terminaría por llamar su atención.

No fue un famoso actor, pero si un deportista promesa. Capitán del equipo de futbol, le había encandilado con los más maravillosos momentos. Le hacía reír donde fuera que estaban, le compraba todo aquello que ella se le antojaba. En fin, para Elena fue inevitable dar el sí.

Sin embargo, había un aura alrededor que no le gustaba. No había un claro convencimiento de los valores de aquel muchacho; la verdad, muchas de sus amistades le criticaban. Y es que en muchas ocasiones le advirtieron sobre la vida desordenada que llevaba, sus vicios, pero a Elena eso no le importaba.

A Elena no le importaban muchas cosas en verdad. Eran dos, tres, o hasta cinco mujeres, las que había visto salir de su apartamento, todas se habían despedido muy sonrojadas por supuesto. Compañeras de curso le había dicho. En efecto, era un hombre que estudiaba mucho.

Y bueno, queridos lectores, había llegado la hora. Le llamó una tarde susurrándole tan sensual como podía ser ella que estaba lista para su primera vez. Los ojos del fulano se convirtieron en dos lámparas, era lo que había estado esperando, como podrán imaginar.

Elena preparó todo para esa noche. Sus padres se encontraban fuera de la ciudad, así que tenía el tiempo y el espacio para todo lo que su cabeza estaba maquinando. Decir que estaba excitada, era decir poco, nunca hubiera imaginado que cumpliría el mayor de sus sueños.

Fueron besos entre lágrimas, su piel se erizó al contacto de su mano en uno de sus senos. No te resistas, le susurró. Déjate llevar. Sedujo cada centímetro de su piel con cada uno de sus besos, sus lenguas se aparearon antes de empezar esa danza rítmica entre sus cuerpos.

El clímax fue brutal y ella seguía rebotando encima de él después de que este había agotado todas sus energías. Mañana todos en el campus se enterarían, pensaba él. Ahora era su mujer. Elena disfrutó hasta el último instante cuando decidió que ya había llegado el momento.

Llevo sus manos a su rostro, luego a la almohada que yacía debajo de él. El enorme cuchillo le abrió en diagonal desde la clavícula hasta la pelvis. El glorioso líquido vital bailaba por toda la pieza, una risa contorsionada se ensanchó en el amable rostro de la antes dulce Elena para manifestar la más perversa de sus pasiones.

Una cuchillada, otra más. Decenas entrando y saliendo de un cuerpo que luchaba inútilmente. En un último esfuerzo la detuvo, todo era un sueño, tenía que serlo, nuestro amigo nunca lo supo, ya descansaba con el pecho abierto y el corazón a punto de ser arrancado en ese momento.

Con un poco de pena Elena se limpió el rostro con una camisa. Rápidamente se apresuró a apagar la cámara que había escondido delicadamente en una cornisa. La transmisión supero las miles de vistas en la red profunda. Muy fatigada se acostó e inmediatamente se durmió. Había valido la pena. Después de todo, había cumplido la mayor de sus fantasías con el hombre de sus sueños.

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