Ir al contenido principal

LA COSA QUE CAYÓ DEL CIELO


La llamada termina y te deja más que sonriente. No es solo una montaña más, dices. Es la ocho mil más peligrosa del mundo. El mejor de todos tus retos, “La Annapurna”. Y tu respuesta no se hace esperar.

Es una oportunidad única en esta profesión que tú mismo defines como aventurero, si semejante actividad pudiera definirse como tal. Desde muy pequeño tus ansias viajeras te han llevado a visitar las regiones más inhóspitas del planeta y este, si Dios te lo permite, será ese merecido retiro a tus cincuenta y seis años de vida.

La expedición está compuesta por once personas, todos expertos en el terreno. Has sido escogido por tus habilidades para afrontar cualquier problema que se presente y una bien conocida experiencia acumulada a lo largo de los años.

Todo empieza a las catorce horas del día dieciséis de noviembre, la meta es llegar a la cima en nueve días. Arriesgado pero no fuera de tus posibilidades, es más, tú, al igual que muchos, esperas como un mínimo un reto así.

El ascenso no puede comenzar de mejor manera, el clima esta de tu lado y la respuesta del equipo es admirable. El contingente escala la cara sur de la montaña sin contratiempos, la comunicación con el campamento base es óptima. Todos los equipos de radio funcionan correctamente.

Uno de los miembros de la expedición advierte que tendrán dificultades las próximas veinticuatro horas, la temperatura va a empezar a bajar súbitamente y la falta de oxígeno se hará presente. Conversas con uno de los expertos en la zona y te dice que lo más recomendable es acampar unas horas y esperar a que amanezca.

El promotor que financia la aventura se niega rotundamente. Nadie pudo convencerlo. Incluso amenaza con demandarles si no siguen avanzando. Su estúpido parloteo colma a uno de tus compañeros y le reta a seguir escalando solo por al menos un par de horas. Le dice que si en ese tiempo no se le congelan las bolas, el mismo le pagará la suma pactada en el acuerdo más el doble por el desaire.

A pesar de las miradas atónitas de tus compañeros decides acompañarlo voluntariamente. No puedes dejarlo ir así como así. En toda tu carrera jamás has abandonado a tu equipo, pero es eso o dejar que el pobre desgraciado se pierda o peor aún, muera en medio de la nada presa del frío.

No pasa siquiera una hora y decides volver, el tipo chilla de rabia pero el frío es inclemente. Llegan a la ladera sur poco tiempo después de que el sol se oculta. Ahora, la oscuridad de la noche, ha convertido la montaña en un mar de rocas negras, algunas de ellas con formas aterradoras para una mente sugestionada por el terror a lo desconocido.

Es en ese preciso momento que ves una extraña luz atravesar el firmamento.

Desciende muy lentamente en un lado oculto de la montaña, en un brevísimo instante todo el cielo se llena de esferas blancas. Un increíble espectáculo de luces da lugar y te cuesta trabajo describirlo. Luego escuchas un estruendo, tal y como si hubiera caído un rayo sobre un árbol.
Te apresuras para llegar con el resto del grupo, ningún miembro del equipo se halla presente. De inmediato tratas de comunicarte por radio pero es inútil, la señal está muerta. Decides abandonar la expedición e ir de inmediato al campamento base.

Aquel extraño fenómeno te ha dejado sumamente perturbado. ¿Qué demonios ha pasado con el resto del equipo? Pasan más de cuatro horas de intenso frío y el agotamiento te cobra factura. Avanzas lento, en cada paso que das tus piernas se hunden en la nieve. Tu acompañante está peor, tienen que descansar, sientes que si no lo hacen vas a colapsar en cualquier momento.

Te encoges de piernas para sentir más el calor, te acuestas en la nieve y tratas de recuperar tu energía. Estás seguro que pasan solo segundos, ni siquiera un par de minutos, un leve pestañeo. Cuando abres los ojos te levantas de sobresalto porque algo le ocurre a tu compañero.

No entiendes si está herido o congelado por el frío. A pocos metros de ti te das cuenta que avanza cojeando y los dedos de su mano derecha están consumidos hasta los nudillos. Retrocedes unos pasos y él también se detiene. Intentas hablarle y le preguntas qué, pero no hay respuesta.

Das unos pasos más y entonces suelta un chillido desgarrador. Su cuerpo se abre a la mitad como si fuera de papel y entonces esa cosa hace acto de presencia. Una aberración sacada de la más horrible pesadilla, perversa abominación jamás descrita y corres, corres con todas tus fuerzas.

Avanzas con la nieve voraz, que cae sin cesar, sientes que en cualquier momento esa cosa va a alcanzarte. Tropiezas, caes, te levantas y arrastras los pies hasta donde tu cuerpo no puede más. Y ahí, en el lugar dónde tus fuerzas alcanzan su límite contemplas el horror. Desde tu posición puedo verlo todo: carne, sangre y vísceras, todas desparramadas en la nieve.

Todo ese macabro espectáculo ha sido cuidadosamente decorado formando un círculo casi perfecto. Puedes oler la violencia, la sed de sangre y el hambre, no cabe ninguna duda, todos y cada uno son tus compañeros de la expedición.

Ahí, entre los tumultos, un grito de lo más espantoso se escucha y con mucho esfuerzo logras distinguir a uno de tus camaradas. Es un triste harapo, una deformidad mutilada, con las carnes colgando. Su destino no ha sido las llamas del averno, sino la muerte en vida de aquella manera para penitenciar sus pecados.

Te induces todo el valor que puedes y emprendes camino a donde sea que te lleven tus piernas, lejos, muy lejos, a algún lugar donde el mal no te alcance. Caminas y caminas durante horas, tratando de evitar lo inevitable. Un mal horrible e inmensurable te augura, lo notas, tu cuerpo lo nota, tu alma lo nota doblemente helándose con un frío impropio de este mundo.

Tu cuerpo no aguanta mucho más tiempo, no hay escape. Tratas inútilmente de incorporarte pero caes en medio de la nieve. En ese momento se acerca algo o alguien con forma humana pero sin rasgos, sin rostro, sin volumen, sin detalles en su forma que se acerca y quiere abrirte el pecho como quien abre una puerta y entra a una habitación.

En pocos segundos la negrura te invade por completo y una terrible agonía da lugar. Empieza torturándote los oídos y la mente, pierdes el número de tus latidos, pierdes la noción del tiempo, su mano única se extiende hacia ti y el choque es inevitable, tus dedos se funden con él como plástico derritiéndose y tu lado derecho se entume, te sientes desaparecer, desintegrarte, gritas mientras el ente entra en tu humanidad, ganando terreno y dominio en tus venas, apoderándose de ti, un terremoto sacude tu consciencia, no puedes más, lo último que contemplas antes de desmayarte son unas piernas emergiendo desde tu pecho.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA CHICA PERFECTA

La conocí en una famosa página de citas de Internet. Al principio me mostré cauteloso, no sabía que pensar. Después de tanta insistencia por varias de mis amistades decidí probar. En efecto, conocí a alguien que robaría toda mi atención y que terminaría por ser la dueña de mi corazón. Luego de varias semanas de intercambiar mensajes y compartir historias decidimos conocernos. Era profesora de secundaria, muy impresionante en persona, con una figura que no te esperarías de alguien que trabaja en educación. Tenía el pelo castaño y rizado, ojos cafés y una mirada cautivadora. Debo admitir que me arriesgue demasiado en nuestra primera noche, creo que me deje llevar un poco por la emoción. En pocas ocasiones me había pasado y es que, ella despertaba en mí una pasión que escapaba a la razón. Me la lleve a una habitación de hotel, un poco nervioso le hice la propuesta y accedió. No voy a entrar en detalles, lo siento, soy un caballero después de todo, pero quiero dejar en cla

EL ENGENDRO DE UHMUG

El cielo está quieto, oscuro y silencioso. Uno de sus ojos parece brillar a lo lejos, casi desaparece. El negro absoluto permanece expectante, ignora al brillante. Entonces celebra su soledad allá arriba mientras observa espeluznante el despertar del muerto. Han pasado más de dos horas desde que los faros del coche se apagaron, más de dos horas en que las caricias comenzaron. La música ha dejado de sonar y los latidos también. Se asoma una patrulla por el retrovisor. Más te vale que despiertes, corazón. La placa corresponde a otro distrito, mala cosa, robado tal vez. No, vamos. Déjate de estupideces. Hay que dejar de ver esa serie de una maldita vez. Una de las puertas traseras está entre abierta. Drogadictos, dices. Ah, un par de porros. Quién, no. Acercas tu linterna, dos siluetas se dibujan, solo una se mueve. Está demasiado oscuro y crees ver sangre. Hombre, ya para de imaginarte cosas. La puerta se cierra de golpe. Llamas a los ocupantes dando una advertencia. Tr

TORTUGA NEGRA

La tetera silba impacientemente, ahoga el bullicio de la ciudad. Me entrego al aroma del café como en cualquier otra tarde de lluvia. Miradas que vienen y van desde mi ventana. Sombras que se alejan. ¿Qué observan? Me llevo las manos al rostro, ahí donde surcan las huellas del tiempo. Compasión, lástima. Sí, por supuesto. Tengo 63 años, mis hijos han crecido y en julio seré abuelo. Estoy canoso. Mi cuerpo no para de quejarse. El calendario marca 31 de Marzo y el sentimiento aflora. Me sujeta fuertemente, me desgarra y me lastima.  Mi mente gira en espiral y me lleva al más oscuro de mis recuerdos. Tenía 8 años y ella apenas 7. Allison se había ganado la reputación de contar historias increíbles. ¡El chico de cuarto grado tiene una caja de monedas mágicas! o ¡El bibliotecario tiene una llave que  te lleva a otro mundo! Y yo disfrutaba de cada una de ellas, por más insulsas que fueran y Sarah también lo hacía. Mi pequeña hermana se movía conmigo dispuesta a cualquier aventur