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CRÓNICAS DE UNA EXTINCIÓN/Cap II

Año 1623 del Imperio de Karnaron 
Último año del reinado de la emperatriz Ehdala Nuk

Mi nombre es Judur Arad, tercer Kysha de su majestad, la emperatriz: Ehdala Nuk. Mi señora ha enfermado, y todos nuestros esfuerzos en su ayuda son en vano. Su cuerpo, cada vez más deforme, se halla encapsulado en crem líquido a la espera de un suero que revierta su estado. Su cuerpo y mente han sido divididos, su sufrimiento es atroz, los resultados de cada estudio son peores que el anterior.

La pérdida del planeta colmena Galjanah ha traído consecuencias irreparables para el Imperio. El Londinium ha sido drenado de su superficie, y también de cada una sus lunas, la flota espacial dispuesta en su defensa, ha caído ahora en manos de los Arcontes rebeldes. El Consejo se niega a obedecer, mientras las tres cuartas partes de todo el Londinium en la galaxia son ocupadas por el Prida, Daethron Urlan.

El Diácono ha golpeado sin cesar la Cofradía que lidera el Prida. Treinta y seis victorias, y nueve derrotas, es el saldo hasta el momento. Y aunque la balanza se inclina a nuestro favor, los números de nuestros ejércitos caen, y el de ellos no deja de crecer. Un desastre para todo Karnaron, un error que nos ha costado la vida de nuestra amada emperatriz.

Fue hacia el final del tercer año, después de la masacre en Imaur, cuando el Prida apareció con sus Akarj. Nadie sabe de donde llegaron, cuando nos dimos cuenta, habían ocupado Sadhur, Kalahari e Imaur. Eran todos nuestros pecados, los que venían dispuestos a castigarnos. Los Arcontes de los planetas se rindieron a su voluntad, el Consejo habló, y el Londinium con el que se les sobornó, fue la primera derrota. Golpearon primero, y tardamos demasiado en responder.

La batalla en el planeta desierto de Yeeklot nos demostró de lo que eran capaces. Destrozamos su armada, limpiamos su flota con nuestros Xe'acalla. En menos de doce horas los muertos se levantaron de la arena para morir por los Xe'acalla otra vez. Los generales se horrorizaron, el Diácono mil veces maldijo, y la emperatriz enmudeció.

La mejor opción era quemarlos hasta los huesos. El parasito tenia vida propia una vez su huésped moría, se aferraba al cuerpo sin importar que este solo fuera carne aplastada. Era aterrador. Pero habríamos fracasado de forma aun peor en cada enfrentamiento, sino fuera por el apoyo de la Consejera Fera Feng-Du, primer Kysha y mano derecha de la emperatriz.

Sin embargo, las decisiones de la Consejera han sido muy cuestionables llegado este tiempo. El asiduo a Imaur fue un desastre. Moboria Topgon, y mi persona, segundo y tercer Kysha, le rogamos a nuestra Señora que no fuera a la batalla. No nos escuchó. Fueron asaltados en el cinturón del planeta Taxaldi, recuperamos su nave, pero la Consejera no estaba por ninguna parte, su majestad estaba muerta o en un estado mucho peor.

De acuerdo a la ley de sucesión, el primer Kysha deberá asumir el mando después de declarada la muerte de la emperatriz. Todos en esta sala, se niegan a privarla de su sufrimiento, señalan abiertamente los actos de la Consejera como traición. El mal que habita el cuerpo de mi señora no es nada que hayamos visto, un ente simbiótico es lo que he predicho sin apoyo alguno. Tomaré la medida yo mismo, si mis cálculos son correctos, el parásito podría tomar el control en cualquier momento.

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