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EN EL ABISMO

Voy a tratar de contar esto lo mejor que pueda.

Mi novio era un hablador dormido crónico, siempre lo había sido desde que era un niño. Era algo de lo que nos reíamos todas las mañanas, me encantaba, él estaba seguro que un día diría una cosa estúpida de su ex, y ya no sería tan divertido. Reíamos de eso también, y no había nada que no disfrutara más que nuestras conversaciones sobre eso en el desayuno.

Cuando en su trabajo lo transfirieron a la ciudad, me puse muy triste. Sabía que sería por un corto tiempo, pero no pude reprimir esa angustia en el pecho, lo amaba demasiado, y fue duro soportar esos meses sin su compañía. Me deprimí las primeras semanas, aunque no le dije nada para que no se preocupara. El internet ayudo un poco.

Solíamos tener largas videollamadas antes de acostarnos, podía sentir su estrés, sus ansias de reunirse conmigo también. El último mes no conversamos mucho, ponía cualquier excusa, empecé a sospechar que algo andaba mal, y antes de que yo fuera a buscarle, regreso a mis brazos antes de lo previsto. Perdió el empleo por razones que no quiso contarme, le dije que no importaba, estaba ahora conmigo, todo iba a estar bien.

Lamentablemente no fue así. Las noches cambiaron por completo. Empezó a comportarse extraño, se quejaba muy fuerte, al punto de ponerse a gritar de repente. Muchas veces tuve que despertarlo para pedirle que se calmara, despertaba muy asustado, y siempre repetía que se trataba solo de una pesadilla hasta que se calmaba.

La noche en la que nuestra vida cambió por completo, fui yo quien despertó a causa de una pesadilla. No lo encontré a mi lado, y baje a buscarlo. Cuando escuche su voz por primera vez no supe bien diferenciar si de verdad estaba hablando con alguien, no era como las otras veces, había algo en esos susurros que alcanzaba a oír, en su llanto, hasta que empezó a pedir perdón.

Fue como si todos los buenos sentimientos que tenía se sumergieran en agua helada. Como si mi alma se hubiera arrugado y se hubiera ido al pozo más profundo, donde solo había odio y desprecio. Lo que describió a detalle, de manera tan vil y depravada, no podía escapar de mi mente, lo que había hecho él a esa mujer me quebró.

Me sostuve en la puerta del baño con horror, no me atreví a interrumpirlo porque no tenía idea de lo que era capaz de hacer en ese momento. Entonces esa sensación de frio en mis pies me sacó del shock. Un enorme caudal de agua escapa por debajo de la puerta y parecía no detenerse, llenaría toda la casa si no hacía algo. Gire el pestillo, ese instante, ese pequeño instante, si tan solo me hubiera largado y no hubiera abierto la maldita puerta.

Las paredes, perfectamente blancas, habían sido decoradas con un centenar de manos ensangrentadas. Eran gigantescas, y escurrían por todas partes en un lento rio de muerte. Y él no era él, porque no podía ser, hacia segundos que lo había escuchado quejarse y repetir, una y otra vez, todas las atrocidades que había hecho, no podía ser verdad.

Su alargada y distorsionada boca representaba un retorcido grito de terror; conforme su cabeza se elevaba de la tina, su quijada parecía no tener fin, al contrario, se estiraba como chicle hasta casi la altura de un niño. No podía entender lo que veía, y suplicaba a mi propia psique rota que me volviera a la realidad.

Cuando desperté, el agua todavía seguía saliendo de la bañera, pero él no estaba, ni las manos en las paredes, y toda la sangre que había visto. Por supuesto que llamé a la policía, no han podido encontrar rastro alguno de él, nada de nada. Incluso han empezado a sospechar de mí, aunque su propia familia ha declarado a mi favor.

Después de una dura crisis que gracias a mi madre superé, pude volver a mi casa, a nuestra casa. Y al principio, la paz parecía haber vuelto. Hasta que empecé a escucharlo en el baño de nuevo. Cuando les pedí a los oficiales que investigaran sobre el supuesto crimen que mi novio cometió, lo único que me dijeron fue que se fue sin pagar la renta de ese apartamento de mala muerte, sus compañeros jamás lo vieron conversando con nadie, y su jefe lo despidió porque decía que su apartamento lo quería matar.

He estado sufriendo desde entonces. Lo oigo suplicándome, rogándome que abra la puerta del baño otra vez. No sé si está vivo, o está muerto, solo sé que jamás volveré a verlo. Algo en ese lugar donde se hospedaba lo mató. No sé qué encontró ahí, no sé qué hacer, estoy tan aterrada.

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