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ESPÍRITUS DE LA TIERRA

En mi larga carrera como defensor público he visto cosas en mi vida… cosas tristes. Totalmente innecesarias. Aunque esta historia que voy a contarte no entra en ninguna de esas categorías.

Verás, me gano la vida como cualquiera de mi oficio, no voy a decir que disfruto haciéndolo, es trabajo y ya. Paga las cuentas, y mantiene a mi gato y a mí, con una ligera barriga que cada vez que la veo se parece más y más. En fin, a lo que iba, recibí una llama telefónica hace tres noches.

Había ocurrido un crimen atroz, de esos que aparecen como portadas en los periódicos a primera hora de la mañana. Nada inusual, al menos para mí desde luego, lo que si me desconcertó fue que conocía el edificio donde ocurrió. Un bloque de viejos apartamentos al final de la calle en mi propia manzana.

Revise el expediente como cualquier otro al que me asignaban. Joven inmigrante de origen sudafricano, nada especial, había abandonado su trabajo hace seis semanas y compartía el piso con cuatro individuos más como él. Puedes tildarme de racista, pero sí, odio a esta gente. Se cagan en todas las leyes para terminar solicitando ayuda al gobierno y que este los mantenga.

Entonces un día va y decide matar a todos sus amigos negros. La verdad, me moría de ganas por entrevistarme con él lo antes posible y decirle que confesara, que no tenía ni una sola oportunidad. En este Estado se castiga el asesinato en primer grado con una inyección de la cual nunca más te despiertas.

Bueno, tuve que tragarme todos mis argumentos cuando lo vi por primera vez. Esperaba como mínimo a un adicto, y lo que me encontré fue a un jovencito de aproximadamente la edad de mi sobrino. Tenía los ojos tan sobresalidos que creí que escaparían de sus cuencas en cualquier momento. No dejaba de sollozar.

Te advierto que la historia que me contó me está persiguiendo.

Cuando la policía allanó el lugar, encontró… digamos varias partes con que identificar a los cuatro individuos. Pero ningún cadáver completo. Había sangre por todas partes y pedacitos de carne humana colgando de las paredes y ventanas, al chico lo hallaron encerrado en el baño, abrazado a sí mismo en estado de shock.

Me contó que las cosas empezaron a salir mal luego de que uno de los más mayores enfermara. No tenían dinero para llevarlo a un hospital, trataron de pedir ayuda, pero nadie intentó mover un dedo por ellos. Cuando solicitaron apoyo de su empleador, se quedaron sin trabajo. No encontraron ningún consuelo así que cayeron en la desesperación.

Sus antepasados siempre habían rezado a la Tierra, me dijo. Sus abuelos, y los abuelos de estos, llamaban a estos espíritus sus guardianes, sus amos de poder sobre toda la naturaleza. Los llamaron una noche, vinieron desde muy lejos, todos lo sintieron, y la gran fiebre del hombre mayor se alivió. Su salud al día siguiente era incluso mejor que la de ellos.

Pero al caer la noche, ninguno podía dormir.

El lugar empezó a llenarse de moscas y cucarachas, empezaron a aparecer por todas partes, y cuando pensaban que por fin se habían deshecho de ellas, salían volando desde el rincón más oscuro dispuestas a plantarles batalla otra vez. En las noches las descubrían trepando sus camas o chillando bajo sus almohadas. Era imposible cerrar los ojos.

La última noche descubrieron que todos los bichos salían del cuerpo de su amigo que había estado enfermo. Lo encontraron rezando en su habitación, mientras cientos de esos animales escapaban de su garganta, la maldad tomó forma y los cazó esa noche uno por uno. Rompió huesos y devoró tanta carne que su vientre explotó salpicando las paredes y ventanas del apartamento.

Y aunque el chico sobrevivió, me confesó que hubiera preferido no hacerlo y ahora sé por qué.

Hace unas horas recibí una llamada, dicen que el muchacho se suicidó. Aunque no han logrado encontrar su cuerpo, hay suficiente sangre en su celda para asegurar que esta muerto. Los Espíritus de la Tierra volvieron por él. Como sea, voy a estar fuera de la ciudad por un tiempo, no concibo el sueño y escucho ruidos por las paredes de mi habitación. Hay una docena de moscas golpeando mi ventana ahora mismo.

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