Bajo un envenenado cielo de plata, Nueva París se extendía en una cúpula gigantesca que tenía en su centro a una gran torre. Darla la llamó con un nombre extraño. Uno que en un tiempo significó algo. No importaba ahora, el agua negra estancada y las montañas de basura, develaban solo a una tierra más y más umbría, que amenazaba con devorarlos.
El caliente hervor de una extraña sustancia llamo su atención a unos metros. El barroso liquido escapaba furioso de una decena de cilindros. Trajo el primer grito, uno que llegó a alcanzarles en el momento en que una ola de disparos reverberó en cada edificio. Un centenar de criaturas viscosas a cuatro patas se escabullían desde cada rincón para dar muerte a los visitantes.
Darla pensó indudablemente en los cilindros. Tenía razón, ese manto oscuro que trepaba fuera de ellos empezaba a tomar forma descubriendo un cuerpo deforme y gelatinoso que se lanzaba directo al ataque. Tuvieron que correr cuando su número llegó a salirse de control. Morían rápidamente, pero en masa, se apelotonaban hasta rodearte, impidiéndote que tuvieras un margen. No podías hacer mucho llegado a ese punto.
— Quieren que utilicemos los callejones, si lo hacemos, estamos muertos. No se detengan y sigan avanzando —dijo Darla.
— Hay un equipo de nueve individuos a mi derecha, a mi izquierda otros once. Están empezando a formarse, hay que unirnos a alguno, o nos será imposible—dijo Ressa, pero Darla le interrumpió.
— Acabo de ver un punto marcado en el mapa, llegaremos antes que ellos. No voy a dejar que nadie me apuñale por la espalda—contestó.
— Esperen, arriba…—Keir sintió disparos tan cerca, que temió que esas cosas saltaran encima de ellos en ese momento—¡Arriba, están arriba! Oh, mierda, son fantasmas.
Había comenzado una salvaje batalla en uno de los tejados, volvieron la vista para darse cuenta que iban directo hacia ellos. Tuvieron que defenderse, disparaban desde sus bioarmas sin importar a quién o qué tenían enfrente. Vieron a uno de los fantasmas de Vissei caer, luego otro más. Los fantasmas de Clotho eran maestros de espada y, aun así, no hubo la más mínima oportunidad cuando el fantasma conocido como Seth se lanzó contra ellos inmisericorde.
Darla tuvo que arrastrar a Keir hacia uno de los edificios. No somos héroes, no vamos a salvar a nadie. Darla le repitió esa misma frase todas las veces que pudo. A Ressa le preocupaba más que los atacaran esas cosas babosas en un espacio cerrado. Treparon de tejado en tejado, hasta que poco a poco, se alejaron.
El segundo grito más fuerte de la noche, vino de uno de los callejones. No se detuvieron, siguieron saltando, faltaba poco para llegar al punto que Darla había marcado. Cuando todos los sonidos murieron supieron que habían caído en una trampa. Keir ni siquiera tuvo que encender su AXIS para darse cuenta que estaban rodeados. Alcanzó a contar a nueve fantasmas y 5 vectores en posición de ataque.
Darla no dudó. Su regalo de Eadaldan colgaba de su cuello, bailando en una delgada cadena de plata. Se deshizo de ella rápidamente e hizo el vínculo. El REM escapó del delgado anillo para extenderse como raíces hasta su muñeca. Su mano, ahora de calavera de un intenso color carmesí, se cerró, formando un puño.
— Dime que tienes un plan —suspiró Ressa.
— Llegar al piso 136, y no morir en el intento—dijo Darla.
Al regalo de Eadaldan, se le conoce con el nombre de ASDA, y está hecho del REM más puro, el material más valioso del sistema. Es la Gran Mente quien elige a su portador el mismo día de su nacimiento. Los que sobreviven a su primer contacto, crecen para convertirse en un Vector.
— El rubio a la derecha tiene el signo de una de grandes familias. La señorita Mei, por otra parte, es la princesa número dieciséis de los Shí, tercera casa fundadora —dijo Keir, sin dejar de admirar su voluptuosa silueta—Vaya, nunca pude pedirle un autógrafo.
— Es tu oportunidad, galán. Aquí te esperamos— dijo Ressa.
Mucho se ha dicho sobre los desgraciados que no pueden participar en los juegos. A pesar del poder que tienen en sus manos, prefieren vender algunas de sus partes o empeñarla; a cambio de un dinero fácil que los haga huir de su miseria. Pero hay algo que un Vector no puede olvidar, tu vínculo con el ASDA es eterno. Puede ser roto, partido en pedazos, pero completamente destruido, significará la muerte instantánea del portador.
— Da la orden, Darla—declaró Ressa, al mismo tiempo que las Katanas Tritanium de los fantasmas empezaron a desplegarse una tras otra.
— Acábenlos.
Dos fantasmas se abalanzaron con una insultante confianza. Craso error. La espada, de casi dos metros, de Ressa, arrancó de cuajo el brazo del primero, para que Keir hiciera explotar su cabeza con un solo tiro de su bioarma. El segundo no tuvo tiempo para retroceder. Darla atravesó su pecho con su ASDA arrancándole varios de sus núcleos. Ressa termino rompiéndole el cuello y arrojándolo a uno de los callejones.
No volvieron a cometer el mismo error. Mientras sus vectores disparaban con rifles modificados desde los tejados más altos; sus fantasmas atacaron en movimiento de pinza cortando cualquier salida. Darla arrojó todas las bombas de humo que tenía, Ressa tuvo nuevamente su oportunidad con un par de fantasmas, pero falló con el tercero; le costó una enorme herida que empezaba desde su cuello y terminaba en su muslo izquierdo.
Keir detuvo el golpe que la iba a rematar, desplegó sus brazos cañón, y disparó directo al pecho. Una lluvia de proyectiles MX-S60 casi rompió el escudo de energía que había construido Darla. Resistió, pero no duro mucho. Las Katanas Tritanium rasgaron la debilitada capa lanzándose vertiginosas al único vector que se sostenía en pie. Solo una dio en el blanco. Atravesó el vientre de Keir, para luego regresar violenta a la mano del fantasma y ser arrojada otra vez.
— ¡Keir, toma a Ressa! ¡Detrás de mí, ahora! —gritó Darla.
Darla golpeó el suelo con todo el poder de su ASDA. La onda de choque arrojó con tanta fuerza a los fantasmas, que atravesaron las paredes de todos los edificios que les rodeaban. Keir cargó todos sus núcleos, levitando con su energía lo más alto que pudo. En la confusión, alcanzó a marcar a todos los objetivos, incluyendo vectores; se encargó de coser sus cuerpos con olas y olas de metralla. Cuando descendió, tomo una de las Katanas y le rogó a Darla que se escondiera.
— Veo dos puntos moviéndose en mi AXIS. Si son ellos, que lo dudo, se mueven demasiado rápido—dijo Keir—Vienen directo hacia aquí.
— Debemos volver a los tejados, ayúdame a levantarla—dijo Darla.
Keir sintió la misma sensación de aquel día. La misma antes de que le arrebataran todo lo que amaba. Tomó a Darla con fuerza, sujetándola contra su voluntad. La arrastró al más oscuro callejón, para contemplar con horror al NIÑO y al Juez, asomar divertidos, con una enorme sonrisa perversa, embarrada de sangre humana.
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