Algo apareció de pronto saliendo desde las sombras, se movía a cuatros patas emitiendo un gorgojeante chillido. Vissei Barsali apuntó con su bioarma destruyendo a la última criatura. Ya no quedaban más barriles, la colonia había sido exterminada, y aunque Clotho soltó un suspiro de alivio, Vissei no hizo más que ponerse aún más nervioso. Estaban cerca, había visto los cadáveres, había escuchado la refriega al este de su posición, Darla había escogido el camino más corto y el más peligroso, y aunque no dudaba de su habilidad, temía que Gladus Clem los haya encontrado. Después de todo, era su juego. Solo tenías que alimentar a la bestia para pasar de nivel.
Se preguntó si tendría el valor de entregar a los suyos. Ella no era como él. «He cambiado, soy más fuerte ahora» Era verdad, pero sus ojos no habían cambiado en absoluto, y ese rubor en sus mejillas cuando su fantasma sonreía no paraba de hacerle recordar a su hija. Su niña, su pobre niña. La razón por la que seguía luchando, la razón por la que ansiaba llegar al nivel 136. No, Darla no lo haría, aunque sus fantasmas la obligaran, no los entregaría.
— Reúne al equipo. Acabo de marcar las coordenadas, hay que movernos rápido o será demasiado tarde — dijo Vissei.
— Vamos por ellos, ¿verdad? — preguntó Clotho.
— ¿Algún problema?
— No, realmente. El chico me cae bien. ¿Qué mierda vamos a hacer cuando nos encontremos a Gladus y al NIÑO?
— Rezar, ahora muévete.
El pálido sonido de un golpe de agua hizo a Mei regresar de nuevo a su escondite. Temblaba, su cuerpo no dejaba de hacerlo. No podían verla así, nadie. Nana seguía sin moverse, el daño a su AXIS la había inhabilitado casi por completo. Sus ojos desorbitados, se movían frenéticos buscándola, pero ni siquiera ella podía verla así. Su padre se enteraría de esto, y el padre de él, entonces los Cancilleres de la tercera casa Shí traerán consigo su ejército para enterrar a ese maldito engendro de una vez por todas.
Gladus Clem, traidor y ex convicto, había sido condenado a la muerte innumerables veces, por múltiples asesinatos cometidos por todo el Sistema. Pero había resultado ser el juguete perfecto para los NIÑOS. Lo abrazaron, como a un cachorro malherido; solo para alimentarlo con su propia sangre, transformándolo en algo mil veces peor de lo que ya era. ¿Cómo habían sido capaces de darle un planeta? Se preguntó. La Tierra había sido vetada de los Juegos desde hacía más de doscientos años. Los NIÑOS, como siempre, le escupían a la cara a las Grandes Familias.
— No te muevas—Mei sintió el beso helado de una Katana Tritanium sobre su cuello—gira para que pueda verte—barajó sus posibilidades, no iba a morir tan fácilmente—Lento, no se te ocurre hacer una estupidez.
— Woah, pero eres… Oye, ¿me firmas uno de tus hologramas? —preguntó el fantasma.
— Animal, ¿qué crees que estás haciendo? —reclamó su Vector.
La mujer cargaba a una fantasma que a duras penas se movía, los reconoció al instante. Si lograba extraer su regalo de Eadaldan de su bolsillo ellos no tendrían oportunidad.
— ¿Por qué nos atacaste? —casi parecía realmente compungido, con una mirada que solo le había visto hacer a su madre cuando le dijo que ya no volvería a verla—Vendrás con nosotros. Si te quedas, ellos vendrán por ti.
— No, claro que no. Sabes bien quien es ella—respondió la mujer.
Isaac le había dicho que el juego consistía en hacer un sacrificio. Esas cosas apestosas que los habían atacado los obligaban a formarse en grupos para luego poder elegir a uno de los suyos, y así alimentar al NIÑO. Así que, si no estabas dispuesto a hacer tu propia ofrenda, tenías que ofrecerla de otra manera Y así lo habían hecho, aunque desde un principio, no estuvo de acuerdo. Pero Nana le había dicho que era la forma más sencilla para volver a ver a mamá; las esperaba a ambas en el nivel 136.
La batalla se había desarrollado de una manera inesperada. Odiaba haberle hecho caso ahora, estaba segura que, si los hubiera enfrentado ella misma, cuerpo a cuerpo, el resultado hubiera sido muy diferente. Hasta la propia Nana se había confiado, y cuando más esperaba de sus compañeros, estos le dieron la espalda. A ella, que era una princesa, estaban muertos ahora, lo merecían, pero nunca imagino que los vería morir de esa manera.
— ¿Acaso pretendes que me conmueva tu piedad? —respondió Mei.
Había visto a esos dos arrancar órganos y extremidades como si todo estuviera hecho de papel. Se habían escondido cuando los atacaron, Isaac ni siquiera alcanzo a gritar cuando el NIÑO abrió su quijada para arrancar su cabeza, nunca había presenciado algo así. Se alimentaban desesperados con la sangre chorreándoles por todas partes. No iba a morir de esa forma, no podía, quizás … si supieran quien era. Pero no, ya se había comportado de manera estúpida, la próxima, sería su fin.
— Se acercan, muévete. No voy a cargar a tu fantasma, soy el único aquí que puede defenderse medianamente contra esas cosas, no desperdiciare mi energía. Ven con nosotros, o muere aquí, es tu decisión —declaró.
La mujer que respondía al nombre de Darla trepó a uno de los tejados sin perder de vista a su fantasma herido, el flacucho llamado Keir la ayudó y desaparecieron en apenas un momento. Mei se asustó, se asustó mucho cuando se fueron, Nana intento levantarse, pero su cuerpo no respondía, la llamó, y le pidió que fuera tras ellos, tenía que abandonarla o no lo conseguiría. Se negó, hizo el vínculo con su ASDA y se preparó para lo peor.
— ¿La ves? Es enorme. ¿Por qué los humanos que vivían aquí construirían algo así? Es solo un montón de hierro —dijo Keir.
— La veo. Era imponente en los dibujos, hermosa a su modo, hace mucho tiempo. Tú… no lo entenderías —respondió—Falta poco, necesito que mantengas los ojos bien abiertos.
— Si te refieres al Juez. Hay suficiente carne para él y el NIÑO…por el momento, así que mueve tu gordo trasero.
— ¿Has estado viendo mi trasero?
— Todo el tiempo, ¿quieres que te cuente que más he estado viendo?
— Cuida ese culo, mujer. Ese chico se muere por echarle una dentellada — susurró Vissei.
— ¿Qué carajos haces aquí? Te deje claro la última vez que no quería volver a verte—reclamó Darla.
— Echarte una mano con eso—apuntó, señalando al Juez que los observaba fijamente desde un callejón.
Era como se lo había imaginado, pensó Keir. Y aunque la primera vez se había llevado una impresión, ahora que podía apreciarlo en su plenitud, no cabía duda. Era un jodido monstruo. Sus ojos eran una sopa de un miasma verdoso, mientras sus delgados y huesudos brazos se alargaban hasta terminar en el piso. Arrastraba consigo a la princesa y su fantasma. No los habían devorado. Todavía. Sin embargo, el sonido inconfundible de los dientes triturando en la oscuridad detrás del Juez le horrorizó.
—¿Comida? —preguntó aquello a su espalda.
Nadie se movió, Keir estuvo a punto de echarse a correr junto a Darla, pero Vissei les hizo un gesto para que no se movieran. «Comida, comida, comida» Empezó a gritar. Gladus Clem alzó su deforme dedo, cuan largo era, y señaló a Ressa. Entonces Keir supo lo que tenía que hacer. Nadie predijo sus movimientos, y al parecer los últimos que lo esperaban fueron ellos. La Katana cortó el brazo del Juez, para que en menos de un parpadeo se encargara también de su cabeza. Tomo a Mei y a su fantasma, colocándolas detrás de él. Unos labios azules y húmedos se entreabrieron a medida que una retorcida y alargada lengua se agitó para atraparlo del cuello y lanzarlo contra un muro de concreto.
Una ráfaga de fuego cayó sobre el NIÑO, Vissei y los suyos dispararon todo lo que tenían. Pronto, todas sus armas dejaron de responder, incluyendo sus propios fantasmas. El REM hervía inhabilitando la fusión con el AXIS, los ASDA de los Vectores se negaban a hacer un vínculo.
— Coge su cabeza, la necesitaremos para hacer el salto —dijo Ressa—será nuestra ofrenda.
Su debilitado cuerpo se levantó, y llamó a todos para que se apresuraran. El cuerpo de Gladus Clem corrió tras ellos, pero el halo de niebla ya los había envueltos a todos. Lo último que escucharon fue el aullido de la primera creación de Eadaldan, aquellos que denominó NIÑOS.
Comentarios
Publicar un comentario