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EL GRITO/CAP I

Capítulo I
Boys Don't Cry

“El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, 
 y el reino de la bestia quedó sumido en la oscuridad.” 
Apocalipsis 16: 10

Era la decimoquinta llamada de la noche, el viejo tenía carácter, había que reconocerlo. Pero no iba a contestar. Que se joda, había dicho para sí, hace unas horas, y así iba a seguir siendo hasta el amanecer. Dan se detuvo en el espejo unos momentos, con cada día que pasaba se parecía cada vez más a él. Ni siquiera había heredado los ojos de su madre, cada maldito rasgo le hacía recordar a ese hombre, y empeoraba, era inevitable y desquiciante. Odiaba no poder escapar.

Se detuvo un par de minutos más, abrió el grifo y se enjuagó el rostro. Ya empezaba a notar los cambios, el suelo brillaba, ella brillaba, y por fin pudo reconocerse en su reflejo como ese ser mágico que tanto anhelaba. Vio a Nadia aspirar más cocaína, empezó a bailar dándole la espalda y en un final intercambio de miradas habían terminado por pactar el asunto. La empujó al baño besándola con fuerza y se bajó el pantalón para tomar sus caderas rápidamente.

La música golpeaba furiosa, gritos, risas histéricas, todo parecía seguir el ritmo de sus cuerpos, estaba tan húmeda y tan caliente por dentro, y ambos se envestían sin piedad en busca del clímax que pronto no tardó en llegar. Estaban completamente exhaustos, y mientras descansaban de su esfuerzo, vio como sus pezones perforados apuntaban al techo, los sostuvo entre sus labios y la abrazó. Luego llegaron los golpes, uno tras otro.

Aquellos pequeños placeres no solían durarle mucho, así funcionaba su vida. Le hubiera encantado decirle a Mark que ni siquiera había sido uno de sus mejores polvos, pero no había tenido tiempo, en realidad apenas tuvo tiempo para cubrirse un poco mientras le pateaba una y otra vez en el frio suelo. Más tarde se encargaría de exhibir a su novia como lo que era. Por supuesto, tenía que levantarse primero, y encontrar su maldito teléfono.

No encontró al hijo de puta de Kevin por ningún lado, siempre era el primero en salir corriendo cuando se le necesitaba, se preguntó si él mismo no había sido quien fue a contarle a Mark. Alcanzó a salir moviéndose torpemente, encontró a la preciosa Tiffany le miro asqueada, le hubiera encantado jugar con ella, pero no era el momento, cuando quiso volver a la barra tropezó con un tipo que parecía ser el gemelo de Kanye West, le vomitó en la cara, y por un momento sonrió esperando que fuera él.

Kevin le ayudó a levantarse, la pelea los había llevado afuera del local. Cuando Kevin les contó quienes eran y, sobre todo, hijos de quienes eran, no tuvieron más remedio que dejarlos marchar. Por supuesto, había sumado muchos puntos en la discusión decir que eran menores de edad. No iban a dejarlos ir tan fácil, así que había que admitirlo. Al final no se atreverían, no eran imbéciles, o tal vez sí, pero no tan imbéciles. Se subieron al coche y se largaron antes de que se arrepintieran.

— ¿Dónde mierda estabas? —preguntó Dan. Sus temblorosos dedos apenas podían sostener el cigarrillo entre sus dedos. 
— Antes de que me culpes de lo de Mark, quiero recordarte que te dije bien claro que no te metieras con ella. ¡Imbécil, ojalá hubiera podido patearte también!

Giraron en dirección a un húmedo callejón. Un tipo alto y delgado les hizo una seña, Kevin se bajó a negociar por unos gramos más de hierba, tardó lo suficiente para que Dan se orinara en la primera botella que alcanzó a tomar del asiento trasero. Maldijo su suerte, ya estaba llena.

— ¡Te juro que voy acabar contigo, pedazo de mierda! —rugió Kevin furioso— ¡Es el auto de mi viejo idiota, mira lo que has hecho! 
— Relájate, mañana lo llevamos temprano con Tony. No sé de qué te preocupas, el vuelo sale a las diez, no lo volverás a ver, igual que yo, te hice un favor. 
— ¿Quién crees que nos pagará todo en Tokyo, imbécil? ¿Viste a Tony en la fiesta? —preguntó. 
— Si, estaba con la hermana de Thomas. 
— Pues mañana no estará despierto, mejor lo llevo con mi primo. Vive cerca, te dejare ahí, no dejaré que arruines mi noche. Te recogeré a las ocho. Más te vale que no me des más problemas, mi primo es peleador de la MMA así que le diré bien claro que barra el piso contigo si es necesario. 
— Oye, tu prima no es la que vimos el otro día en… 
— ¡Cierra el hocico! — Kevin sonrió, sabia a que se refería. 
— ¡No jodas! ¿Y tú primo lo sabe?

Las farolas de la ciudad empezaron apagarse una a una, Kevin aceleró. Pronto el sonido de centenares de bocinas resonó en cada calle. Como odiaba esa ciudad. Nada parecía nunca funcionar bien, era asqueroso. Dan vio a unos cuantos sujetos detenerse a mirar fijamente el cielo. No había nada, pero seguían deteniéndose. Kevin se estacionó a los pocos minutos, su mirada estaba fija allá arriba, empezó a sudar, se bajaron y empezó a tocar con fuerza la puerta, mientras no dejaba de marcar una y otra vez en su teléfono.

Su primo se llamaba Richard, lo había visto en la televisión un par de veces. Vivía en una cómoda casa de tres plantas donde tenía su propio gimnasio. Se había casado hace un par de años y vivía con su esposa y su hermana que, por cierto, tenía un pequeño secreto que Dan espera sacar partido más adelante. Se mordería la lengua esa noche, lamentaba estar en tal mal estado, pero después de regresar de Tokyo, nada le impediría ir por ella.


Dan despertó confundido, mareado y con las tripas hirviendo. La cabeza no dejaba de darle vueltas. Llamó por ayuda, sentía que se estaba muriendo. Nadie contestó. La luz en el móvil dibujaba las tres menos cuarto, era imposible, estaba seguro que había por dormido por horas. Llamó nuevamente, le dolía horrores el cuerpo, nuevamente no obtuvo respuesta. Encontró el baño, se alivió ahí mismo, su reflejo en el espejo le contaba que tenía un ojo cerrado, y amenazaba en unos minutos estar mucho peor.

Volvió a la cama y se dejó ir de nuevo en sus pensamientos. Pensó en Lia, hace un par de meses le había arruinado la vida. No sintió culpa. Se lo merecía, nadie se metía con él. No era extraño que su relación hubiera llegado ese punto, habían estado demasiado tiempo juntos y todo lo bueno que llegaba a sus manos siempre terminaba transformado en un dibujo obsceno. Eso era él, una máquina que transfiguraba cualquier blanco en el más profundo negro. Pero ese hombre era peor, era mucho peor, y se encargaría de Él cuando regresara.

Dan tenía planes, no iba a cagarse esta vez. Sintió de nueva esa ansiedad rasgando su cuerpo, una profunda angustia, y odio. Mucho odio. Y se preguntó si al final de todo encontraría algo de paz. Eso que algunos llaman Felicidad. “No serás feliz nunca”. Esas fueron sus palabras. Y en el fondo, lo sabía también, era verdad. Lo que pasa es que ha estado negándolo todo este tiempo, hasta el punto que se ha creído su propia mentira.

El sonido en sus tripas le hizo salir corriendo al baño, encendió la pantalla del teléfono y no había pasado ni un solo minuto. Antes de volver a dormirse intentó llamar a Kevin, no respondió.


El grito atravesó las paredes y reverberó hasta llegar a la habitación. Cuerpo y mente sintieron la sacudida, el dolor agudo en su cabeza casi le hizo empezar a gritar también. Se levantó y nada había cambiado, salvo la batería del móvil que parecía haber muerto. Todavía le dolía la cabeza, pero había tenido mañanas peores, entonces abrió las cortinas, y descubrió que nunca había tenido una mañana como esa.

El cielo permanecía negro, y todo parecía desolado, como un desierto. Apenas y podía notar el contorno de los edificios que estaban más cerca; más allá, la oscuridad no delataba nada más. Ningún farol permanecía encendido, ni de la calle, ni de algún coche, y lo que para Dan era peor; el silencio, que parecía haberse comido a cada hombre, mujer, y niño de la ciudad. Casi sintió miedo al principio, pero con un largo bostezo rechazó esa sensación.

Alguien estaba en problemas en esos momentos, eso estaba en claro. Un corte así había puesto a los operadores a trabajar el triple, o el cuádruple, pobres. ¿Cuánto había dormido entonces? Volvió a intentar encender alguna de las luces sin éxito, encontró un ordenador, intentó encenderlo, no arrancó. Y después de reírse de sí mismo tocando todos los botones del control remoto de la televisión, decidió que lo mejor era seguir durmiendo.

Cuando volvió a despertar tenía la mitad del cuerpo adormecido, y unas ganas incontenibles de orinar. No había agua, y se enfadó, ni una sola gota en los grifos, ducha, nada. Después solo le llegó de nuevo esa sensación, y las dudas empezaron a llenar su cabeza. No se atrevió a encender absolutamente nada, solo corrió a la ventana, el cielo lloraba una especie de gelatina desagradable que parecía petróleo o barro, o una combinación de los dos.

Trato bruscamente de conseguir algo de luz en el apartamento. Algo… lo que sea, una linterna tal vez; además de cosas sin importancia y varias tabletas de aspirinas, solo descubrió más confundido la cartera de Kevin. Ahí estaba, en la mesa del recibidor, junto a su chaqueta, él amaba esa chaqueta. Subió al segundo piso, abrió puerta tras puerta, nada. Las escaleras que llevaban al tercero estaban bloqueadas por una especie de barricada: muebles, cuadros, y basura de todo tipo amenazaba con caerle encima si intentaba forzarlas.

Llamó a Kevin, a Richard, incluso a Keyla. Aunque no la conocía, no en persona al menos, pero si había visto sus fotos. Nadie respondió. Tenía que ser una broma. Dan repitió una docena de maldiciones y descendió bruscamente decidido a salir de ahí. Cuando se acercó más a la entrada noto que la puerta estaba entreabierta, noto también que había sangre en algunos muebles, cruzó a la cocina y era un desastre, la ventana que daba al patio trasero estaba hecha pedazos, y jirones de lo que parecían pedacitos de piel se agitaban con un olor nauseabundo.

Aquella lluvia había terminado, los autos seguían afuera y estaban empapados de una especie de sopa hedionda. Busco el coche de Kevin, tenía las llaves puestas, intento hacerlo arrancar, pero no respondió. Se puso muy nervioso, antes de que intentara cruzar la acera, un golpe seco lo detuvo a su espalda, había caído del tercer piso como si fuera un saco de piedras, reconoció la silueta, pero no podía ser, débilmente pronunció su nombre y se negó a entender lo que estaba viendo.

Su cuerpo no tenía brazos ni piernas, piel y vertebras se dibujaban desplazados en una especie de acordeón. Kevin sonrió, no podía verle la cara completa, pero era su voz, lo sentía, y no era una de sus malditas bromas, agonizaba en medio de horribles espasmos mientras susurraba. Aunque no entendía nada. Y se arrastró como un gusano de seda hasta que su cuerpo se detuvo en un crujir de huesos.

Vomitó lo poco que tenía encima. Corrió con lo que le quedaba de fuerzas y sintió sus extremidades doblarse como si cargaran doscientas veces su peso. Un puñado de calles más adelante cayó exhausto. No podía respirar. No había sido Kevin, pensó. No podía ser él. No podía ser real todo eso que había visto, era imposible.

Se levantó, la ciudad no podía parecer más muerta. Y tuvo realmente miedo, mucho miedo.

— ¡Hola!¡Ayu…daaa…aa! ¡Alguieeeen….!—tartamudeó, con sus quejidos cada vez más ahogados y la garganta tan seca.

Entonces escuchó ese clásico de 1980. Ese que su madre nunca se cansaba de escuchar, recordó el disco y las camisetas, adoraba a esa maldita banda inglesa, y recordó también que era la única cosa que él y su madre alguna vez disfrutaron.

Empezó a debatirse mentalmente si realmente todo no era una broma, o peor aún, solo salía de su cabeza. A su espalda Boys Don't Cry, no dejaba de sonar, y cuando se giró vio a un gigantesco edificio a casi unos doscientos metros de distancia. El maldito era imponente y aterrador. Con mucho esfuerzo alcanzaba a observar a una de sus pequeñas ventanas iluminada por lo que parecía una lámpara, la melodía estaba muriendo y decidió correr a ella, tenía que intentarlo, tal vez encontraría algunas respuestas.

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